El rey ha muerto, viva el rey

Detrás de esta frase se encontraba la inteción de mantener la fidelidad y vasallaje de un pueblo a la institución gobernante cuando un rey moría y otro lo sucedía. Es una forma de dar continuidad sin pausa, sin tiempo para la reflexión sobre los problemas. Para el mundo del boxeo resulta cada vez más claro que mientras las funciones estelares continuen acaparando los prime time y sigan generando millones y millones de ganancias para todos los involucrados, lo de menos es quien sea rey y el boxeo mismo.

Más allá de si vimos ganar a Saúl “Canelo” Álvarez o lo vimos perder ante Gennady Golovkin, lo cierto es que en el boxeo actual las peleas no se ganan en el ring, sino en las cuentas bancarias.

Muchas han sido las peleas que en estos ultimos tiempos han concluido de forma controversial por decisiones de los jueces, al grado de ser señaladas como robos descarados. Y sin embargo el negocio sigue dejando grandes ganancias a costa de la credibilidad de un deporte que ha pasado a ser más un espectáculo mediático.

Lo que pasó entre Canelo y GGG es que uno tiene más futuro que el otro, la nueva mina de oro reemplazará a la vieja. Canelo como campeón significa un mercado más grande y cautivo por más tiempo, el méxico americano, y la posibilidad de seguir haciendo peleas atractivas para el mismo. Eso se sabía antes de que los púgiles pisaran el ring y ante la falta del más grande juez en el boxeo, el K.O., solo era necesario dejar pasar los rounds para cantar como antaño se hacia en fráncia “El rey ha muerto, viva el rey”.

 

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