La victoria de Saúl “Canelo” Álvarez el pasado sábado contra Gennady Golovkin sembró opiniones encontradas entre aficionados aficionados y expertos del boxeo (así como de seguidores de ocasión). Unos aseguraron que el peleador mexicano ganó con justicia, otros vieron triunfador a Golovkin y hasta se tachó de “robo” el resultado, y unos cuantos más abogaron por el empate. A grandes rasgos, el desempeño de Álvarez volvió a dejar dudas en muchas personas.
El resultado podrá ser discutible, pero lo que no debe dejar lugar a dudas es que “Canelo” merece todo el respeto como boxeador. Quizá a varios Álvarez les podrá caer mal como persona, pero su calidad arriba del cuadrilátero no debe ponerse en duda, pues mejorado combate tras combate y contra Golovkin expuso su mejor cara, al pelear de frente y en el terreno del kazajo, arrebatándole la gloria con un combate “fajador”.
A partir de hoy, nadie tiene derecho de llamar “bulto” al “Canelo”. A la persona que utilice ese término, automáticamente se debe asumir que no sabe nada de boxeo.
Y es que el peor rival de “Canelo” no es Golovkin, tampoco fue Cotto ni lo será Daniel Jacobs o algún otro boxeador: es el mismo público mexicano. Aquel que no ha entendido que Álvarez no es (ni será) Julio César Chávez, que no entiende que el tapatío no tiene la culpa de vivir en una época con escasos ídolos del boxeo y, sobre todo, que lo sigue considerando el producto de una televisora.
Penoso que, muchas veces, el peor enemigo de un mexicano sea otro mexicano.
