El secreto de la navidad

Por Roberto Dorantes

¿Cómo vivir una feliz navidad? Es un secreto a voces, a pesar que lo tenemos a la vista no logramos comprender su sentido, no es nada nuevo, es cuestión de la capacidad de asombro que todos tenemos.

Recordemos que en el templo del dios Delfos se encuentra la inscripción “conócete a ti mismo”, un principio filosófico que nos lleva al autoconocimiento, el hombre que conoce la realidad y el mundo, logra un mejor conocimiento de sí mismo.

La existencia es vacía si no logramos contestarnos el sentido de la vida y del universo que nos rodea, por ello, es importante la capacidad de asombro, sin esta cualidad la existencia del hombre se vuelve repetitiva llevando al hartazgo de su propia existencia sin camino que seguir.

Algo similar sucede cada año para estas fechas navideñas, vivimos estos días sin comprender la verdad que recordamos cada año; por eso, la Iglesia nos recuerda cada año el nacimiento del Niño Dios por una sencilla razón, descubrir y asombrarnos de una realidad histórica e innegable de un Dios que se hace hombre para la redención del género humano.

El nacimiento de Jesús no es una leyenda o un cuento, los evangelios son claros en precisar el momento histórico del nacimiento de Jesús. Jesucristo no está fuera nuestra historia, sino que pertenece a nuestra historia humana propiamente, y así como podemos delimitar un tiempo y espacio cuando el Hijo de Dios se hace hombre, así en nuestra vida de fe se entrelaza nuestra existencia con la de Dios.

Esta verdad es asombrosa, nos debe de llenar de gozo en todo nuestro ser, nuestra alma, entendimiento y voluntad, cada ser humano es un reflejo de la obra de Dios, por eso, hacer el bien a los demás sin esperar nada a cambio, es una muestra del amor hacia Dios.

Qué asombrosa verdad: “La encarnación del Hijo de Dios permite ver realizada la síntesis definitiva que la mente humana, partiendo de sí misma, ni tan siquiera hubiera podido imaginar: el Eterno entra en el tiempo, el Todo se esconde en la parte y Dios asume el rostro del hombre. Con esta revelación se ofrece al hombre la verdad última sobre su propia vida y sobre el destino de la historia: realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del verbo encarnado”.

 

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