El secreto médico

Mario Barghomz

Dice el Juramento Hipocrático: “Consideraré como secreto sagrado y no divulgaré jamás cuanto escuche o vea en el ejercicio de mi profesión”; aunque en el ámbito de la medicina actual, el ejercicio de la secrecía queda limitado ante el derecho y la autonomía del paciente, por la serie de actores que tienen que intervenir en casos de enfermos con historias clínicas complicadas, donde la información necesita saberse, no por uno, sino por varios profesionales sanitarios que ante la complicación deben enterarse de la biografía del paciente, derivada a la especialidad de sus áreas.

Hoy la Confidencialidad (el Secreto Médico) debe entenderse no en la resta exclusiva y única, como en los tiempos de Hipócrates (hace 25 siglos) y todavía en la segunda mitad del siglo XX cuando todas las enfermedades posibles en una persona, dependían de la visión general de un solo médico, sino en la suma de todo aquello vital necesario en la tarea de cada especialista y las instancias afines, para que un enfermo hoy se recupere.

El dilema actual de la Confidencialidad médica radica en aquello que por bien moral y comportamiento ético, un médico no debe divulgar para beneficio e integridad del paciente. Se trata de cuidar tanto el derecho íntimo como la autonomía de una persona ante su enfermedad, so pena de socavar su dignidad.

“La información de los enfermos ya no es la clásica confidencia de una persona con su médico -dice el Dr. Juan Pablo Beca, Clínica Alemana, Centro de Bioética-. Actualmente la historia clínica que recoge y registra datos biográficos, de contexto social y familiar, de conducta personal, de la evolución de la enfermedad y su control clínico o de exámenes complementarios, está todo ello registrado en fichas clínicas que son necesariamente conocidas por una red de médicos, especialistas, otros profesionales de la salud y personal técnico. Todos ellos tienen el deber moral de respeto a la confidencialidad de estos datos, lo cual significa que la reserva absoluta de la intimidad del enfermo es imposible. El enfermo debe comprenderlo, aunque esto no significa que renuncie a su intimidad, la que deberá ser respetada al máximo posible no solo en lo físico sino también en el plano de sus creencias, angustias y temores”.

La Confidencialidad como tal, derivada del antiguo Secreto Médico, y observada desde la Semiótica Filosófica, es un neologismo particularmente moderno que procede del inglés y que para la lengua española comienza a tener vigencia a partir de los años setenta del siglo XX. Y es a ésta Confidencialidad a la que se atienen los derechos del paciente como Sujeto Bioético, concatenados, por supuesto, a la antigua secrecía del deber médico.

Al menos podemos nombrar cinco límites (o excepciones) de la secrecía y la confidencialidad médica: 1) Por el bien mismo del enfermo en los casos en que el tratamiento no sería posible sin la intervención y conocimiento de otros. 2) Por incapacidad del paciente. 3) Por consentimiento y decisión del paciente que en uso de su autonomía y beneficio, admite y acepta que otros se enteren de su padecimiento. 4) Por el bien o daño que podrían correr terceras personas en situaciones de enfermedad contagiosa o trastornos de demencia. 5) Por razones del bien común o requerimiento de la ley.

Todas ellas, sin duda, razones suficientes para romper un protocolo de secrecía y confidencialidad sanitaria en situaciones de riesgo con la vida del paciente y la humanidad cercana. Naturalmente y observadas las excepciones, la Intimidad sigue siendo esa parte sagrada en que la ética médica debe asentar su ejercicio sanitario sin vulnerar los valores más sagrados de una persona; la desnudez misma (del cuerpo y del alma) que ya en sí representa lo más valioso del Ser. Valores establecidos de antemano mediante la confianza y el deber, entre un enfermo y su doctor. Deber (el del médico) entendido como rectitud (lo justo) y confianza (la del enfermo) entendida como sinónimo de fe que desde su etimología latina (fides) hace referencia al honor, la virtud y la lealtad entre los hombres.

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