El seminario de Nuestra Señora del Rosario y San Ildefonso

Por Ángel E. Gutiérrez

Casi desapercibido}, abrumado por el incesante tráfico citadino y torpemente obstaculizado por vetustos autobuses de transporte público que tiene su paradero en la calle 58 por 63 del centro de Mérida, se yergue, solemne y sobreviviendo a la picota demoledora de la modernidad, el antiguo edifico del Colegio Tridentino de Nuestra Señora del Rosario y San Ildefonso. Su historia arranca hacia mediados del siglo XVIII, en 1751 para ser precisos, cuando el obispo fray Francisco de San Buenaventura Tejada Diez de Velazco cedió el terreno que ocupaba el huerto del palacio episcopal para dar sito al seminario que erigió como casa de estudios para la formación de los jóvenes yucatecos, campechanos y tabasqueños aspirantes al sacerdocio.

El Seminario de San Ildefonso es, sin duda, un referente para la historia de la educación en Yucatán. Varias generaciones de yucatecos notables pasaron por sus aulas, ya sea como profesores o alumnos. Entre ellos se puede mencionar a Nicolás de Lara, Andrés Quintana Roo, Lorenzo de Zavala, Justo Sierra O’Reilly y Manuel Crescencio Rejón; personajes que tendían un papel destacado en la vida política y cultural de Yucatán y de México, participando en el proceso de construcción de la nación independiente.

Aunque la mayoría de los estudiantes del seminario provenía del sector acomodado o criollo de la sociedad yucateca, la institución también abrió sus puertas a niños y jóvenes indígenas, para los cuales existían becas de estudios. De este modo, se registran los nombres de seminaristas como Salvador Tut, de Acanceh; Guadalupe Chan, de Campeche y Mariano Poot de Hecelchakán.

El edificio del Seminario de San Ildefonso fue construido en diversas etapas, entre 1751 y 1780. Contaba con dos plantas, dos patios, claustros, galerías, capilla, sacristía, aula general, biblioteca, sala rectoral, refectorio, etc. Su hermoso pórtico, de elegantes líneas y decorado con las esculturas de los santos patronos, se conserva hasta la actualidad. Renán Irigoyen Rosado consideraba que, después de la Casa de Montejo, era la portada arquitectónica más importante de Mérida. Hoy en día el predio, fraccionado y parcialmente mutilado, alberga diversos giros comerciales en espera, quizá, de mejores tiempos y usos.

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