El sueño de Odilis

 

Cuando el hombre delante de ella se desvaneció, Odilis recordó los pañuelos bordados que su abuela le regaló el último día que la vio.

El día que llegó a Nueva York sólo sabía tres palabras en inglés, los forzosos “please” y “thank you” y lo que una amiga le había enseñado que significaba bien o bueno, “good”. Nació al norte de República Dominicana en medio del Valle del Cibao en la entonces aireada y jovial ciudad de Santiago, la segunda de su país, dedicada en esos años a producir cigarros, zapatos y muebles de exportación. A los 19 años cambió el aire fresco del Cibao por el frío de la costa este de Estados Unidos. Sabía cuál era el camino, en 1979 llegó a Nueva York a estudiar. Entró a Estados Unidos de manera legal, con una visa de estudiante. Fantaseaba con ser actriz y materializar el idílico y a la vez alcanzable sueño americano en el país que en esos años gobernaba un demócrata georgiano llamado Jimmy Carter.

Una semana después de llegar a Nueva York, cuando caminaba en el torbellino humano de la calle 44 de Manhattan para tomar el metro y regresar al departamento que compartida con un peruano y una colombiana en el Bronx, delante de ella iba un hombre con edad suficiente para ser su padre; alto, delgado, ojiazul y de traje, claramente estadounidense. No había terminado de pensar esto cuando el hombre calló al suelo súbitamente. Su temporal susto se transformó en sorpresa, nadie se detuvo a ayudarlo, sólo Odilis unos segundos después. Sacó de la bolsa un pañuelo bordado y se lo puso en la boca y en la frente para tratar de frenar los mares de sudor que siguieron al aparente desmayo. Un minuto después llegó la policia, y quienes pasaban por la zona la señalaron pensando que en lugar de ayudarlo le había hecho algo malo. Valiéndose del universal lenguaje de las señas y del buen criterio de los policías, logró explicar lo que había ocurrido. El policía le dio unas palmadas en la espalda al tiempo que le repetía una de las tres palabras de inglés que ella conocía “good, good”.

Ese día Odilis comprendió que conquistar el sueño americano acarrearía un gran precio, ser sistemáticamente estigmatizada por su origen latino.

Como todo en la vida, su American dream terminó ocurriendo pero no de la manera que ella esperaba. Obtuvo la ciudadanía y aprendió un muy buen inglés, pero aún ignoraba muchas cosas, como por ejemplo donde estaba Grecia. Lo aprendió cuando se casó con un emigrante ateniense. Hoy Odilis siguen viviendo en Nueva York, trabaja como recamarera en un hotel de Manhattan y tiene cinco hijos greco-dominicanos nacidos en Estados Unidos, todos tienen carrera e incluso su hija menor estudia un doctorado en psicología en Brooklyn University.

“Yo cumplí el sueño -dice Odilis-, vine hace muchísimos años, trabajé, me casé, tengo auto, casa y cinco hijos con estudios universitarios. Pero el costo ha sido altísimo, esto no es lo mismo que mi país […] ser latino de clase trabajadora en este país te convierte en un número. Volverse un número es el precio del American dream”. Y no sólo eso, la discriminación. Señala que el discurso de Trump contra los latinos en general y los mexicanos en particular les afecta tremendamente, “aún en esta ciudad, la discriminación es brutal, el presidente ha autorizado que las personas racistas nos ataquen”. Contra la creencia popular, incluso en una ciudad como Nueva York la comunidad latina sigue siendo estigmatizada. “A veces siento que esperan lo peor de mi, ¿y sabes? Se olvidan que son iguales que yo y que todos los que estamos aquí, inmigrantes”.

 

Por Eduardo Ancona Bolio*
eduardoanconab@hotmail.com

* Estudiante de Derecho y aspirante a diplomático con Ítaca en la mente

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