EL UNIVERSO CUÁNTICO (1)

Por: Mario Barghomz

No hace mucho (80 años, quizá) que Albert Einstein, el famoso científico y matemático de origen judío alemán, revolucionó las leyes de la Ciencia Física. Una ciencia (hija de la filosofía) que desde René Descartes, el filósofo racionalista francés del siglo XVII, había considerado al mundo (y al Universo) como mecanicista y predecible. Teoría que posteriormente fue reafirmada por Isaac Newton, científico y también matemático de origen inglés (S. XVII-XVIII), célebre también por aquél asunto de la manzana (cierto o no) que un día cayó sobre su cabeza y que aparecía en nuestros libros de texto de educación media para ilustrar la relación física entre fuerza-masa-aceleración (F=ma).

Antes de que apareciera Einstein, estos dos sabios universales (Descartes y Newton) sostuvieron que el mundo era esencialmente físico, y toda ley emanada de él debía regirse por leyes materiales y concretas (mecanicistas), y lo derivado o adyacente a él debía ser simplemente relativo. De tal manera, pues, que Descartes definió al mundo de las ideas (al de Dios y lo espiritual) por un lado, naturalmente sin negarlo, y al mundo físico o material por otro, el lado científico.

Fue precisamente desde entonces que la religión (el espacio de Dios y la mente) y la ciencia (el espacio del hombre y su razón material) quedaron divididos, segmentados. A esta teoría cartesiana se le llamó Dualismo.

Aún hoy se sigue pensando que el mundo de Dios es uno y aparte de la ciencia. Y que ésta (la ciencia) nada tiene que ver con Dios. Les doy un ejemplo más claro, como si cerebro y mente, el uno solo materia (cerebro) y el otro simplemente pensamiento (energía-vacío) nada tuvieran que ver el uno con el otro. Porque a la medicina tradicional le queda claro que lo que científicamente puede curarse en caso de un tumor, una deformación o una lesión, es el cerebro porque es lo que puede medirse, mirarse, tocarse, diagnosticarse. ¿…Y la mente? Ésta, según Descartes y todas las leyes mecanicistas, no pertenece al área de la ciencia. ¿Cómo verla, pesarla, sentirla, medirla? También es por ello que la Psiquiatría y la Psicología desde el Psicoanálisis Freudiano se hayan considerado, según el dualismo, tareas pseudocientíficas.

Pero la llegada de Einstein y su famosa teoría E=mc2 (Energía = masa-velocidad al cuadrado), vino a recuperar el verdadero sentido de la masa y la energía, complementando y dándole un nuevo orden a la verdad del Universo. No destruyendo o socavando la anterior teoría de Descartes y Newton sobre el mundo físico, sino argumentando la situación de la energía en un átomo que no es materia pura como se creía, sino energía en el vacío. Así nació el Universo Cuántico, la Mecánica Subatómica, el mundo tecnológico de los chips que hoy son la base de toda la inteligencia artificial posible.

El átomo, principal elemento de la teoría físico atómica, es apenas una partícula mínima (y no todo) del mundo existente. Y toda la vida regida desde los átomos, células y partículas, resultan ser para la Física Cuántica (desde el nuevo pensamiento de Einstein sobre el comportamiento de la energía y la materia) apenas el 00.00001 % materia, y el 99.99999 % energía pura, yacente en el vacío cuántico (¡Oh, Dios!). Además de que energía y materia no están separadas, y no es una la que empuja a la otra como creyeron Descartes y Newton, sino relacionadas de tal manera hasta un punto donde mente y cerebro son uno en el vacío de un pensamiento.

En el universo de la mecánica cuántica la energía no se crea ni se destruye, sino se traslada o se transforma. Y así como es a veces una partícula (materia) en un punto fijo determinado, también es una onda (energía) flexible y dispersa, y que si se mira (Teoría del Observador) cambia en su objetivo o situación.

A René Descartes, siendo un extraordinario racionalista (el fundador de la ciencia moderna), nunca se le ocurrió que la energía de su pensamiento no se derivaba precisamente de su cerebro, sino de su mente. Pero también hay que entender que para su tiempo el concepto de energía era más atómico que cuántico.

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