El viejo

 

Revienta el viejo. Las luces de colores se disparan y todo se llena de humo. Las bombitas suenan por todos lados acompañadas de aullidos caninos asustados. Las copas de champagne se levantan. Si no hay champagne, habrá vino espumoso. En su defecto, una cerveza bien fría. En cualquier otro caso, levantarán lo que tengan a la mano, introduciendo uvas en una boca que no caben, mientras se intenta cantar las doce campanadas.

Comienza el año nuevo. EL 2018 viene cargado de expectativas, misterios y responsabilidades. Los abrazos y besos se reparten, se nos felicita, felicitamos. ¿Por qué lo hacemos? No es una felicitación, es un deseo de que el próximo año sea feliz.

En algún ayer, escribí que la felicidad es como un afinador de guitarra. Cuando uno alcanza la perfecta afinación de una nota, el compás se mantiene al centro por un segundo, para luego seguir oscilando alrededor de este. Este constante oscilar cerca del centro, del punto de éxtasis, algunas veces cerca y otras un poco más lejos, es lo que podemos llamar felicidad.

Entonces al felicitar deseamos que el próximo año esté lleno de este constante oscilar. Que no se aleje demasiado, ni por mucho tiempo del centro. ¿Quién podrá celebrar este nuevo inicio? Creemos que todos. Desde un buen deseo, una llamada o un abrazo corto, no importa si te agarraron las doce de la noche trabajando, en un mal momento o en el hospital, todos podrían desearse un feliz próximo año.

Pero el calendario es una convención de los hombres hecha para generar orden y una estructura de sentido. El año nuevo nos recibe con el mismo sol que ayer, con el mismo cielo (aunque entró un pequeño norte) y con la misma gente.

Las fechas importantes como el año nuevo se vuelven puntos focales, momentos de decisión que permiten cambiar de camino, dan empujones a la fuerza de voluntad y generan nuevos comienzos. Entonces, aunque amanezca el mismo sol bajo el mismo cielo, quienes deciden tomar esta fecha como un punto de partida, amanecen siendo lo mismo sin ser los mismos.

Pero como todo lo que parece ser un punto de quiebre, un nuevo comienzo, se nos va olvidando y son necesarias muchas decisiones a lo largo del año para que medianamente se cumpla el objetivo. Así como no creíamos que podíamos caer más bajo después del drama de la casa blanca, de los 43 desaparecidos, de un plagio de tesis del presidente, llegan Duarte y la estafa maestra. Las marchas, las críticas, las promesas, los periodicazos. Todo parece ser un esperanzador comienzo que se queda en eso, sin llegar al siguiente paso.

Podrían ser muchas razones las que explicasen este suceso. La ignorancia, el interés, el dinero, las malas intenciones y las buenas, de las cuales está lleno el infierno. Pero lo que es innegable es que el que mucho abarca poco aborda y podría ser un buen punto de partida para comprometernos cada quién con un solo proyecto. Practicar el egoísmo inteligente, entendiendo que me conviene que los demás estén bien para estarlo yo.

Que las críticas, las marchas y los periodicazos continúen. Que los propósitos y metas se sigan haciendo. El tiempo, como dice Edgar Morín, es en forma de espiral. Va avanzando, poco a poco, con tropiezos similares a los del pasado, pero en un plano más evolucionado. El cambio se da, aunque no nos demos cuenta.

Hemos avanzado como personas y como sociedad, no en todo, pero sí en cuestiones importantes. No nos damos cuenta, pero aún si nos diésemos esto no debería ser motivo de conformismo. El tener planes, metas, deseos que estén pensado con base en un egoísmo inteligente, nos llevara a oscilar cerca de ese punto medio, de esa armonía perfecta que dura pocos segundos y que tanto buscamos.

Salud por los años que tenemos. Porque independientemente de cuántos años hayas vivido, los que tenemos son los que nos quedan ¿Cuántos son? Quién sabe. Que este nuevo comienzo en esta convención de tiempo nos dé un empujón para exprimirlos al máximo y oscilar lo más cerca posible de ese centro tan deseado.

Por Renata Millet Ponce*

milletrenata@gmail.com

*Estudiante de Ciencia Política en el ITAM y Pedagogía en la UNAM. Lectora, amante del mar y la navegación

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