En mis recuerdos y en tus olvidos…

… ahí está el amor. La vida. Los detalles. Ahí, en ese lago resbaladizo, está aquella vez en la que acariciaste mi dolor, aquella otra en la que tu beso fue principio y belleza y arte, ahí viven los consejos que me regalaste, las fotografías que nos hicimos en cada viaje, las recetas de tartas que escribías para mi madre, tu forma de peinarte ante el espejo, tu novela favorita, el perfume que cada enero te obsequiaban los Reyes Magos, todas las corridas de toros que aplaudiste, cada ola del mar que bailò en tu piel, tus temores, tus alegrías…

El niño que quería ser torero tenía una bisabuela que padecía Alzheimer… Él la recordaba activa cada mañana desde su nacimiento, él tenía catorce años. Aquel 21 de septiembre quiso escribir aquel texto para su yaya. Era amorosa, tuvo una inmensa familia, y repartiò todo el amor que entraba en su delgado cuerpo, mucho amor. Ella le hablaba cuando eran pequeños de como la había enamorado el bisabuelo, hacía ya tantos y tantos años! Le curaba los golpes cuando regresaba del campo con una paliza en las carnes y en el alma más anhelos que nunca de ser torero.

Ella le llevaba a los toros. El padre, los tíos… iban con él a tentaderos, a ganaderías. A la plaza la que más iba era ella. Cuando era pequeño le contaba de Chenel, de Manzanares… tantas cosas! Ahora veía fotos de Josè Tomás por la casa y creía que eran de alguno de sus hijos. Ella ya no podía recordar ni su propio nombre, ahora sus añoranzas eran propiedad de esa dura enfermedad, pero ellos sí podían recordar todo lo que ella significaba. La amaban. Y cada hora a su lado, aún triste, era una bendiciòn…

El niño que quería ser torero besò a su bisabuela…

Dedicado a todos aquellos que no pueden recordar lo que vivieron, sí lo vivieron!
Dedicado a todos aquellos que están al lado de los que no pueden ni acordarse de quiénes son

Dedicado a Luisito, niño que lucha

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