¿En verdad ha muerto el perico? Una reflexión sobre Monty Python en el Siglo XXI

Las etiquetas constituyen una manera cómoda de juzgar aquello que no entendemos; así como de brindarnos una seductora ilusión de control. Ponerles nombre a las cosas, el catalogarlas y colocarlas en una caja específica para afirmar “esto es esto”, nos ayuda a dar por hecho que las conocemos lo suficiente para poder anticipar su comportamiento. Nos hace creer que tenemos poder sobre ellas.

Por eso me gustaría pensar que, cuando la BBC transmitió el primer episodio de la serie televisiva “Monty Python´s Flying Circus” (“El circo volador de Monty Python”) el 5 de octubre de 1969, quizás no haya faltado quien defecó de horror en sus pantalones.

¿Qué etiqueta darle a un programa en el cual los títulos de los episodios poco o nada tenían que ver con su contenido y los créditos finales corrían a veces a la mitad o al inicio de la emisión? ¿Cómo nombrar/controlar a un universo torcido en donde las ovejas adquirían la facultad de volar, un peluquero travestí con tendencias homicidas revelaba su sueño de ser leñador con una canción, el gerente de una tienda de mascotas se negaba tercamente a reconocer el evidente fallecimiento de un perico que acababa de venderle a un cliente, los policías usaban la magia de cuentos de hadas para resolver crímenes y una funeraria ofrecía el comerse al difunto como alternativa entre sus servicios? ¿En qué dimensión podría existir una caja categórica que contuviera tal anarquía? La única forma concebible de clasificar a Monty Python era dentro de lo inclasificable. Y eso lo hacía tan fascinante para unos como peligroso para otros.

Cinco décadas, decenas de espectáculos en vivo, nueve álbumes, más de diez libros editados, cinco películas, un integrante muerto de cáncer, un musical de Broadway ganador del premio Tony y una polémica serie de shows de despedida después, “Python” ha de ser para muchos algo tan extraño como una tubería rota lo sería para un plomero. El mismo mundo que solía no saber qué hacer con él parece haberse acostumbrado a su presencia.

Nada sorprendente si consideramos que, entre “El sentido de la vida” (1983), su último proyecto formal como agrupación, y la última vez que alguien tecleó su nombre en Google, generaciones enteras han perdido su virginidad humorística con base a un régimen de “Saturday Night Live”, “Los Simpson”, “South Park”, “Family Guy” y “Rick & Morty”, entre otros compartiendo parte del mismo ADN. Inclusive uno de sus miembros fundadores, Terry Jones, de no hallarse enmudecido por la demencia que lo aqueja al final de su vida, estaría dispuesto a secundar lo anterior; sobre todo tras haber declarado unos años atrás que, tomando en cuenta el afán original del grupo por crear algo que fuese imposible de reducir a una etiqueta, “el hecho de que Pythonesco sea una palabra en el Diccionario Inglés de Oxford demuestra cuanto hemos fallado”

Sin embargo, su integración al mainstream difícilmente es la única piedra que sus detractores, igual que en cierta escena jocosa e icónica de “La vida de Brian” (1979), aprovechan para arrojarle a su legado. Una de las más grandes y puntiagudas con las que parecen contar dentro de su repertorio es acusarlo de ser envejecido y obsoleto.

¿En qué sentido? Cuestión de elegir. ¿Qué tal en el sentido de que casi todos los estereotipos e instituciones en el “establishment” de la clase media inglesa que solían ser blancos de su sátira más inmisericorde se han prácticamente evaporado? Pese a que se puede conocer gente de todo tipo en la actual ciudad de Londres, apuesto a que la probabilidad de toparse con un pomposo corredor de bolsa vistiendo un traje a rayas con paraguas y sombrero de bombín, o con un gruñón coronel de la Segunda Guerra Mundial, sería cuando mucho nula.

¿O qué tal en el sentido de las figuras en la política británica de la posguerra que tanto gustaba de referenciar? Si conocen a un menor de cuarenta años capaz de explicar quién fue Reginald Maudling sin tener que consultar a Wikipedia, que hagan el favor de avisarme. ¿O qué tal en lo referente a representaciones de género, como lo demostraría su auto confesa visión binaria de la mujer; misma que únicamente parece existir en su mundo como una vieja y regordeta ama de casa con voz chillona (casi siempre interpretada por uno de los Python) o como una seductora tan despampanante como descerebrada (a menudo encarnada por Carol Cleveland)? ¿O a la representación racial, tal y como el actual jefe de Programación de Comedia en la BBC dio polémicamente a entender el año pasado, al afirmar en una rueda de prensa que, de producirse la serie hoy en día, se armaría con un elenco con base en “un amplio rango de personas reflejando al mundo moderno” y no de “seis tipos blancos de Oxford”? 

Y si esto no fuese suficiente, un último recurso, tan extremo como la Sagrada Granada de Antioquía en “Monty Python y el Santo Grial” (1975), sería señalar el ampliamente difundido hecho de que una buena parte de sus sketches ni siquiera eran graciosos. De hecho, bajo admisión propia de Michael Palin, otro ilustre miembro del grupo, “mucho de Python era basura, de verdad”.

Entonces… ¿Para qué hacer esto? ¿Qué objetivo tienen estas líneas? ¿Por qué rendirle tributo a unos septuagenarios con un humor que la “sofisticada” juventud de hoy hallaría pasado de moda en el mejor de los casos y problemático en el peor? ¿Por qué recordar a Monty Python en 2019?

Me parece que el chiste (en sentido literal y figurado) estaría no tanto en mantener viva la memoria de los nombres y rostros concretos de Monty Python, sino la de lo que “Python” en sí mismo como concepto significó en su momento y potencialmente continúa significando: un laboratorio de ideas. Un campo de juegos donde no se tuviese el más mínimo miedo de crear una comedia bajo ensayo y error; tratando a cada gag y sketch no como una fórmula de rating o popularidad, sino como la hipótesis de un científico demente con la cual ir probando qué monstruos y esperpentos se pueden engendrar al ponerla en práctica; algunos brillantes, otros apenas satisfactorios y muchos otros que, aunque dignos de olvidarse, al final del día son gajes del mismo proceso.

Esa “basura” a la que Palin alude no sirve más que para demostrar lo temerario que era Monty Python; de cuántos cadáveres y abortos era capaz de dejar atrás con tal de encontrar la combinación correctamente incorrecta de elementos que caracterizaban a su estilo. De los cojones que tenía en aras de lo no etiquetable.

Si es verdad que “la imaginación es la loca de la casa”, sugiero que el medio siglo de Monty Python sea celebrado no en calidad de objeto de idealización, sino como testimonio de que esa imaginación también puede hacer estallar la casa en mil pedazos y sin tomar prisioneros. De que la verdadera creatividad pertenece a los osados. A quienes no aceptan estar en una caja. De esa forma, aunque no logremos revivir al perico, su espíritu prevalecerá para inspirarnos y guiarnos por siempre.

¿QUIÉN O QUÉ ES MONTY PYTHON?

Se le conoce como Monty Python (o Los Python) a un equipo conformado por los comediantes ingleses John Cleese, Graham Chapman (fallecido en 1989), Terry Jones, Michael Palin, Eric Idle y el caricaturista norteamericano Terry Gilliam, quienes abordaron con humor la idiosincrasia de la sociedad británica en la década de 1970 con su programa televisivo de sketches “Monty Python´s Flying Circus”.

La influencia de su estilo, mismo que los hizo experimentar con las formas, contenidos y reglas de la comedia, ha sido equiparada con la de los Beatles en la música. Tanto los 45 episodios de la serie como sus películas están disponibles en Netflix. Su página web oficial es www.montypython.com.

¿QUÉ PELÍCULAS VER?

MONTY PYTHON & EL SANTO GRIAL” (1975): Filmada en Escocia con donaciones deducibles de impuestos por cortesía de grupos de rock como Pink Floyd y Led Zeppelin. Los Python parodian las leyendas del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda. Fue posteriormente adaptada al teatro musical como “Spamalot”, que pronto será llevado también al cine.

“LA VIDA DE BRIAN” (1979): En la antigua Judea, Brian Cohen es un muchacho judío con la mala suerte de haber nacido al mismo tiempo que Jesucristo, lo que ocasiona que sea constantemente confundido con él. Fue atacada por grupos religiosos por considerarse blasfema. Para muchos, su mejor película en términos de realización.

“EL SENTIDO DE LA VIDA” (1983): Con una estructura similar a su serie de televisión, los Python intentan explicar a través de sketches las diferentes etapas de la existencia; desde el nacimiento hasta la muerte. O al menos esa es la premisa. Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes.

DATOS INTERESANTES:

El nombre del grupo fue inspiración para bautizar al sistema de programación Python. Su influencia en la informática también puede encontrarse en la palabra “spam”, derivada de uno de sus sketches.

“Always look on the bright side of life”, canción compuesta por Eric Idle para “La vida de Brian”, es actualmente la canción más solicitada en Gran Bretaña para ser tocada en funerales.

Cada uno de los miembros de Monty Python tiene un asteroide con su nombre.

Los propios Beatles eran fans devotos de Python. Paul McCartney solía interrumpir sus sesiones de grabación para que él y su equipo pudiesen ver un episodio nuevo de la serie; misma en la que Ringo Starr apareció como invitado.  George Harrison no solo pagó de su bolsillo la producción entera de “La vida de Brian”, sino que incluso interpretó un pequeño papel en ella.

Texto: Manuel Alejandro Escoffié Duarte
Fotos: Cortesía

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