¿Enredados?

Rocío Leticia Cortés Campos Profesora-investigadora y Doctora en Ciencias Sociales. Facebook: Chío Cortés. Twitter: rl_cortes.

Las redes sociales vinieron a revolucionar el mundo como hasta ahora lo conocemos. El cambio fue más notorio entre las nuevas generaciones que lo adoptaron de manera casi natural para su vida cotidiana; se trata de los llamados millenials, nativos digitales o digital learners, entre otras tantas denominaciones con que se ha distinguido a los usuarios más jóvenes.

Más allá de las implicaciones tecnológicas, económicas, educativas y hasta culturales, el arribo de las redes sociales también trajo consecuencias sociales, especialmente en las formas contemporáneas para establecer vínculos afectivos, es decir, para hacer nuevos amigos, conocer nuevas personas, o bien, para mantener contacto con los amigos a los que ya se conoce previamente. Especialmente entre la población de usuarios más jóvenes.

Por demás interesante resulta el cortejo mediante Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) y redes sociales. Lo que para las generaciones pasadas implicaba el envío de flores, dulces o cartas escritas de puño y letra (o siquiera impresas en papel), se tornó en mensajes de texto públicos o privados, en Facebook o WhatsApp, entre otros, que adquieren un valor simbólico de gran importancia para los usuarios.

Así nos encontramos videos con canciones románticas, postales personalizadas, fotografías de gratos momentos donde las parejas nos hacen partícipes de su amor; o bien, las fiestas con los amigos y la familia, el cumpleaños de la tía, el abuelo; entre otros tantos de cientos y miles de imágenes que los usuarios comparten día a día a sus contactos de las redes sociales.

Zigmun Bauman, el filósofo y teórico polaco, decía que en la era digital aparecieron nuevos tipos de relaciones a distancia, y con ellas ocurrió la transformación del amor: de un estado sólido a un estado líquido. Se trata de un amor libre, sin ataduras ni compromisos que se escurre entre las grietas de las TIC y sus diferentes aplicaciones. Gracias a la opción de eliminar o bloquear, o con simplemente no responder más mensajes o notificaciones, señalaba Bauman, podemos deshacernos de un vínculo que se tornó incómodo, sin pasar por las dificultades de una relación entablada cara a cara. ¿Será verdad? ¿Será posible que ese amor que comienza virtualmente no pueda convertirse en amor verdadero, sólido?

Pese a lo que años atrás señalara Bauman, las redes sociales nos han demostrado diversos casos tanto de éxito como fracaso en los temas del amor y la amistad: parejas que se conocen por Facebook, y que fueron presentados por algún amigo en común; y que bien pueden tener una relación efímera, o también duradera; situación semejante ocurre con los amigos que se ven poco en vivo y en directo, pero que interactúan cotidianamente a través de alguna de las diversas aplicaciones que nos proporcionan las TIC. Aunque también han ocurrido casos contrarios en los que dichas tecnologías terminan por generar grandes enemistades, rencores y discordias.

Más allá de los debates sobre este tema, creo que la construcción o destrucción de las relaciones no son culpa de las TIC, las RSV, la Internet o similares; somos los usuarios quienes decidimos qué publicar, a quiénes compartir cierta información, a quiénes etiquetar; a quiénes halagar, cortejar o calumniar. El tema es largo y complejo, y da para mucho más. Mientras tanto, ¿tú qué piensas? ¿te haz enredado con la red?

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