Entre chairos y fifís

Por Carlos Hornelas

A unos cuantos días de iniciar el período presidencial de Andrés Manuel López Obrador, el once de noviembre, se llevó a cabo una marcha que partió del Ángel de la Independencia hacia el Zócalo de la Ciudad de México. El objetivo era manifestarse en contra de la consulta y posterior cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

La convocatoria se hizo por las redes sociales, a través de las cuales lograron confirmar arriba de los 12 mil asistentes. Once organizaciones de la sociedad civil exhortaron a iniciar el recorrido a las once de la mañana, motivo por el cual la bautizaron como “la marcha 11-11-11”. De acuerdo con la Secretaría de Seguridad Pública, acudieron 5 mil quinientas personas.

El mismo domingo once de noviembre, se cumplieron once años desde que se lleva a cabo la llamada marcha de los muertos vivientes o “zombies”. Este año partieron en un recorrido con el mismo derrotero que la marcha 11-11-11, es decir del Ángel al Zócalo.

De acuerdo con reportes de la Secretaría de Seguridad de la CDMX, se dieron cita alrededor de 10 mil personas disfrazadas. Este año, los asistentes donaron latas de frijol, bolsas de arroz, atún enlatado y algunos otros productos para bancos de alimentos en apoyo a los damnificados por los sismos de septiembre, tanto en la Ciudad de México como en Oaxaca.

El grupo de la marcha 11-11-11 no era precisamente homogéneo como algunos medios de comunicación han presentado en sus imágenes. Estaba compuesto por manifestantes que expresaban su repudio por la consulta; otros, por la llegada de los migrantes centroamericanos; otros más por la violencia y los feminicidios; otros por la invitación al presidente Maduro a la ceremonia de transmisión del poder.

Si bien, cada quien puede manifestarse por aquello que estime valioso, es necesario también reconocer que en términos de la libertad de expresión todos los mensajes tienen el derecho de ser externados. Sin embargo, las consecuencias por aquello que se dice deben ser consideradas antes de proferir cualquier expresión. Los llamados al clasismo, al desprecio, al desdén por los otros, abonan a la discriminación y fracturan el cuerpo social.

Es de suma importancia pensar dos veces en aquello que se quiere expresar, sobre todo ahora que cada quien defiende sus posturas con actitudes sumamente agresivas porque como reza el adagio “aquello por lo que morirías es también aquello por lo que matarías”.

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