Entre ciegos y traidores

Tras el desastre electoral del primer domingo del mes, el PRI yucateco ha lanzado el grito de “traición”, en vez de admitir sus errores causados por la soberbia, frente a un escenario político muy diferente al que quieren seguir viviendo pero que ya es parte del pasado.

Morena, en su primera elección presidencial, arrasó con todas las posiciones a nivel nacional, lo que deberá obligar a los partidos sobrevivientes a replantearse y analizar sus estrategias para mantenerse en la lucha en las elecciones siguientes. En Yucatán, ese partido tuvo una votación significativa y representa ya una tercera opción política, junto al PRI y al PAN; de los demás partidos ni hablar, sólo existen en el papel.

Así tenemos que en Yucatán, el PAN, tras su victoria en 2001 con Patricio Patrón Laviada, no pudo conservar la gubernatura en 2007 por la división interna generada al imponer a Xavier Abreu Sierra como candidato y eso permitió crecer la figura de la entonces Senadora priista Ivonne Ortega Pacheco, quien llegó a Palacio de Gobierno.
En las elecciones siguientes, el PAN nuevamente se fragmentó por su proceso interno de selección de candidatos, y aunque en el PRI hubo zancadillas para designar a sus candidatos, prevaleció la disciplina y Rolando Zapata ganó las elecciones estatales.

Esta vez no hubo tal “disciplina”. Al PRI le faltó entender que son otros tiempos, con una nueva generación que ha crecido sin la idea de un partido único. Atrás quedaron los tiempos cuando ser candidato del tricolor garantizaba ocupar el cargo público, las elecciones eran un formulismo.

Pero esto no fue considerado en Yucatán. Su selección de candidatos llevó a un resultado adverso. En la contienda por Mérida el PAN obtuvo un fácil y anunciado triunfo frente a un candidato del PRI bastante criticado, sin el carisma y el trato necesario para salir y ganarse la simpatía del electorado. Víctor Caballero Durán tiene porte de político… de los años setentas y ochentas, autoritario, desligado del pueblo, manteniendo una distancia que le acabó cobrando la factura porque ya estamos en otro siglo, ese viejo modelo no le funcionó en Mérida, que es un bastión panista.

Cierto, hubo un breve cambio con Angélica Araujo, pero los resultados de su administración y la selección de candidato (dos veces Nerio Torres), logró el regreso del PAN y lo afianzó posteriormente en la administración meridana.

En el plano estatal la derrota del “mejor candidato, con experiencia y capacidad”, no ha sido digerida del todo. De nada le sirvió a Mauricio Sahuí Rivero la promoción de su imagen desde su posición como secretario de Desarrollo Social, lo cual le permitía recorrer todo el estado. Simplemente no lo aceptaban, tan es así que fue derrotado por Mauricio Vila Dosal, con todo y la división dentro del PAN, que llevó a Joaquín Díaz Mena a ser candidato de Morena, con la fragmentación de votos.

Algo les falló, pero insisten en el PRI en gritar que hubo “traición”, que se perdió “por los traidores”. Eso es ceguera, es negarse a aceptar los errores y cuando no se analizan las fallas, se condena a seguir en una senda del fracaso. Deben considerar que se entra en una contienda con la mira puesta en ganar, no en satisfacer egos. Repetir esquemas perdedores, es perpetuar la derrota.

Y por último, recordemos que en las elecciones de 2006 y 2012, las fórmulas del PRI al Senado en Yucatán no ganaron; tanto Ivonne Ortega como Angélica Araujo llegaron aun perdiendo en las urnas y por el contrario este 2018, ganó abrumadoramente la fórmula encabezada por Jorge Carlos Ramírez Marín, a quien por segunda vez le propinaron la zancadilla para impedirle ser candidato a Gobernador.

Hablar de traición de su militancia es incorrecto, mejor que hablen de soberbia y de ceguera de la dirigencia.
Hasta la próxima…

 

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