Entre recuerdos y añoranzas en medio de gigantes dormidos

Hoy se celebra el Día del Ferrocarrilero y, desde las páginas de Punto Medio, rendimos un homenaje a todos aquellos trabajadores que con gran esfuerzo contribuyeron con su labor al desarrollo económico del estado en la parte final del siglo XXI.

Fue en 1881 cuando se inauguró la primera vía férrea en Yucatán que unió la capital con Progreso, y en recuerdo de quien fuera el precursor del sistema ferroviario de Yucatán, don José Rendón Peniche, en el Museo de los Ferrocarriles, se puede admirar el busto que las autoridades develaron en conmemoración del primer centenario de la colocación del primer tramo de la vía al vecino puerto, el 1 de abril de 1975.

En el lugar también se encuentra esperando fondos para su debida restauración el vagón en el que viajara habitualmente este personaje cuyo nombre también llevó el sanatorio para atender a los trabajadores ferrocarrileros y que ahora es la sede del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM.

Se trata del vagón de ferrocarril más antiguo que se exhibe en el museo, ya que data de 1890, y como era de esperarse la madera con la que fue construido ya está prácticamente deshecha, pero la buena noticia es que a más tardar en dos años estará completamente restaurado gracias a recursos de gente que ha decidido mantener su identidad en el anonimato.

En este espacio que es parte de los talleres de la Plancha, se destaca la belleza de una locomotor a de vapor construida en el año de 1903 en Filadelfia, Estados Unidos, de las cuales cinco llegaron a la entidad, y son con las que se cubrieron las rutas de Ferrocarriles Unidos de Yucatán, que en imágenes que se resguardan en otro de los vagones restaurados, se aprecian en plena actividad, llegando a las estaciones donde la gente del pueblo, luciendo sus albos atuendos esperaba pacientemente para abordar, mientras que en otras fotos se aprecia la humareda que se formaba al momento en que el tren iniciaba su recorrido.

De esas máquinas, una se conserva activa en el Parque Temático de Harry Potter en Disneylandia, comentó Jonathan Fuentes Hernández, quien amablemente nos recibió en este lugar tan increíble en el que el tiempo retrocede mágicamente, mientras a la distancia se escucha el sonido del motor y de las campanas de alguna locomotora que hace algún movimiento en el taller aledaño.

Para conocer cómo era realizar un viaje de varios días desde Mérida a Coatzacoalcos, hay que subir al vagón marcado con el número 4998, donde se pueden observar los dormitorios, que incluían hasta un área de regaderas y cocina, con acabados en madera que le daban un toque de distinción a este carro que se encuentra unido a otro en el que se conservan los asientos originales.

En otro carro también remodelado, el 4285 se puede disfrutar de una maqueta en la que se aprecia cómo era la estación central, y del recorrido de un ferrocarril a escala. El vagón completamente climatizado es el punto de reunión de amantes de los trenes a escala que se reúnen los domingos a disfrutar del momento y recordar sus anécdotas de aquellos viajes que realizaron en la época dorada de este medio de transporte.

En el lugar se encuentra también ya remozado un carro que servía como oficina móvil y que se llevaba a los tramos en los que se construían las líneas para pagarles a los trabajadores. El que se exhibe en el lugar, que funcionó entre los años de 1970 a 1986, fue utilizado como casa habi-tación durante 4 años por un inglés que lo donó al museo en el que hay en total 43 carros, entre las que se destacan máquinas eléctricas que datan de 1939, el vagón de pasajeros Mary Lee que perteneció al ferrocarril del Pacifico, y que cuenta con un pequeño bar, además de un carro de correos en el que se conservan varios objetos propios de la actividad como semáforos de cambio y máquinas de cobro de tickets además de un telégrafo que servía para mejorar la comunicación entre las estaciones de los municipios con la capital del Estado.

Falta espacio para mencionar muchos de los objetos que se pueden disfrutar en este museo en el que simplemente se pierde la noción del tiempo, entre recuerdos y añoranzas en medio de estos gigantes dormidos.

Texto y fotos: Manuel Pool Moguel

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