Excepción necesaria

Por Eduardo Ancona

Uno de los motores aspiracionales que permitieron la victoria de Andrés Manuel López Obrador fue la promesa de acabar con la ostentación y el uso desmedido de dinero entre los gobernantes de primer nivel. El deseo de desaparecer las infinitas caravanas de suburbans y dejar de hacer del gobierno un lugar donde enriquecerse groseramente identificaron a la base de votantes con un candidato que hizo de la austeridad una bandera personal.

Sin embargo, como ha dicho Javier Tello, esta operación debe realizarse no con machete, sino con bisturí. Y parte central de esto es la identificar las áreas en donde los recortes deben de venir con toda la fuerza, y las áreas en donde, lejos de recortar, deben asignarse recursos adicionales.

Una de ellas es la diplomacia. Según la información a mano de quien esto escribe, un Embajador, por ejemplo de México en Estados Unidos, gana $12,114 dólares al mes. Algo así como 245,000 pesos. De ahí, los salarios bajan conforme a los escalafones en los que se ordena nuestra diplomacia. Si bien esta cantidad puede parecer desmedida, debe analizarse con cautela. Primero, el costo de rentar un departamento en una ciudad como Washington, Nueva York, Berlín, Madrid o Tokio puede ser elevadísimo (consideración que excluye a los embajadores, que tradicionalmente viven en la residencia propiedad del gobierno de México). Segundo, la educación de los hijos, particularmente en Estados Unidos, es sumamente cara. Tercero, el cónyuge de un diplomático difícilmente puede tener una carrera profesional propia. Contrario a la creencia popular, quienes sirven a nuestro país en el exterior no llevan una vida de lujos y excesos, sino que más bien es ajustada a salarios inferiores a los de sus pares y que no han visto un aumento desde hace más de 10 años.

Tratar a los miembros del Servicio Exterior como si fuesen un funcionario público más es un punto de partida equivocado. No es el caso. A diferencia de otros funcionarios que llegan a su posición a través de los infinitos mecanismos de la política, los diplomáticos de carrera (ojo, no nombramientos políticos) escalan durante años un sistema escalafonario. Hablan al menos tres idiomas y son reconocidos entre los más competentes del mundo. Pero, por encima de todo, aceptan llevar su vida y la de su familia en una rueda de cambios de país constante, lejos de México y con jubilaciones raquíticas.
El recorte presupuestal y de salarios es, en el fondo, una reivindicación de la justa remuneración por el trabajo realizado. En ese espíritu, deben considerarse no sólo una ola de recortes salariales, sino también los aumentos necesarios.

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