Por Carol Santana
Hace unos días la actriz Scarlett Johansson fue criticada luego de declarar que seguiría trabajando con el director Woody Allen ya que estaba convencida de que era inocente. En una entrevista para The Hollywood Reporter, Scarlett afirmó haber tenido varias conversaciones con el director acusado de abusar de su hija Dylan Farrow, caso que fue desechado al estar envuelto en un polémico divorcio —con Mia Farrow— debido a que estaba saliendo con su hija adoptiva.
A pesar de que la carrera de Woody Allen no se vio afectada y por el contrario siguió siendo considerado uno de los directores más famosos y exitosos de la industria. El testimonio de Dylan se ha mantenido a lo largo de los años y es gracias al movimiento MeToo, y en parte a la labor periodística de su hermano, Ronan Farrow, involucrado en destapar la serie de abusos de Harvey Weinstein lo que ha regresado las acusaciones de Allen al ojo público.
Las declaraciones de Scarlett se suman a una larga lista de polémicas que la actriz ha tenido que enfrentar y que develan una vez más que el feminismo sin interseccionalidad es inútil.
Cuando hablamos de feminismo blanco nos referimos a esa falta de perspectiva que muchas mujeres blancas tienen al hablar de opresión. Si bien todas las mujeres hemos sentido o sufrido agresiones por el hecho de ser mujeres, la realidad es que las mujeres de color, las mujeres con discapacidad y las mujeres con una preferencia sexual diferente a la heteronormatividad han tenido diferentes agresiones y opresiones que las mujeres que no han vivido estas opresiones de manera simultánea.
En el caso de Scarlett, su falta de sensibilidad al momento de aceptar roles descrito para mujeres asiáticas la ha convertido en un meme para una parte del Internet que todavía no se explica como alguien que tiene todos los recursos y que está tan involucrada en el movimiento feminista pueda ser tan ignorante y superficial y no reconocer que no todas las mujeres —así como las personas— viven las mismas opresiones.
Sin embargo Scarlett no es la única acusada de ser feminista blanca: Alysa Milano, Lena Dunham, Rose Mcgowan son parte de esta tendencia que cada día más está siendo criticada ya que es imposible ser feminista si sólo pensamos en el bienestar de un grupo que históricamente ha sido privilegiado.
Afortunadamente, el feminismo blanco no es estático, y si queremos que la equidad exista debemos escuchar las experiencias de otras mujeres sin menospreciarlas ni querer imponerles las nuestras.