Fuego en el mundo

Roberto Dorantes
robertodorantes01@gmail.com

“He venido a traer fuego al mundo”, palabras proféticas de Jesús; la humanidad no es la misma desde que el Hijo del Hombre se hizo presente en nuestro tiempo y espacio.

La buena nueva que enseñó retumbo en el mundo y sigue haciendo eco hoy día sus enseñanzas. Occidente tiene su origen en el cristianismo, los primeros cristianos sufrieron persecución, hasta la llegada de Constantino que decretó la religión cristiana como oficial del imperio sacro romano.

“¿Piensan que he venido a traer paz en la tierra? No, sino división”, palabras que se han cumplido y siguen cumpliendo. Recordemos el primer concilio de la Iglesia, que se realizó en Jerusalén, donde la polémica se dio entre los que afirmaban que para la salvación era necesario observar las prácticas de la ley mosaica, mientras otros decían que no, pues Jesucristo vino a salvar a todos los hombres que acepten el bautismo y practiquen la doctrina de Cristo. Quién lo iba a imaginar, los antagónicos fueron nada más y nada menos que Pedro Apóstol, que se inclinaba a los judaizantes por un lado y del otro lado encontramos a Pablo, apóstol de las gentes, en ese concilio se definió que Jesucristo murió por la salvación de todos los hombres y que no era necesario observar la ley de Moisés para salvarse.

Al inicio de la baja edad media surgieron ideas que cambiaban la precisión del mensaje de Cristo, como fue el pelagianismo, que negaba el pecado original y afirmaba que la gracia divina no era necesaria, ni gratuita, sino merecida por un esfuerzo en la práctica de la misma. El mundo tembló ante el pelagianismo, herejía que casi triunfa.

Otros hechos importantes de división los tenemos en la reforma protestante, que niega la autoridad del Obispo de Roma como cabeza de la Iglesia, la libre interpretación de las sagradas escrituras y proclama la salvación universal de todos los hombres con la simple fe en Jesús; otro ejemplo de división es la Iglesia anglicana, que surge por el capricho de Eduardo VIII, que quería contraer nupcias de nuevo y que el Papa le diera la bendición.
Cristo ha venido a traer fuego y división, entre los mismos creyentes y no creyentes, sin embargo, la doctrina de Cristo se salvaguarda por la acción del

Espíritu Santo sobre la Iglesia que es indefectible e inerrante.

Los valores cristianos son objeto de división hoy día también, la familia como institución social quiere ser cambiada, y la Iglesia es objeto de burla y escarnio por sus malos elementos, que llamados a evangelizar se han convertido en lobos rapaces.

Para finalizar aclaro que el mensaje de fuego y división de Cristo radica en la lucha de cada cristiano día a día, lucha interior y espiritual, que ilustra muy bien San Pablo, con el aguijón de la carne; el problema de muchos es querer dar licencia a las pasiones bajas como algo bueno y natural, que se reconozcan perversiones como naturales y legítimas, esa es la verdadera división de cada uno, la lucha espiritual, porque el deseo de la carne es contra el espíritu, y del espíritu contra la carne, y estos se oponen entre sí, para que no hagan lo que quisieran. Esta es la auténtica lucha contra todo aquello que nos lleve a la muerte espiritual.

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