Hablando de mujeres y traiciones

Por Carmen Garay

La agenda periodística nacional sigue la amplia cobertura de la trágica explosión del ducto perforado para robar combustible en Tlahuelilpan, Hidalgo, el pasado viernes 18 de enero. Irónicamente, apenas un día antes de lo ocurrido, en este mismo espacio opinaba acerca de la importancia de reflexionar sobre moral y legalidad de ciertos comportamientos colectivos en nuestra sociedad. Afortunadas o infaustas como la explosión, las consecuencias de nuestras acciones son inherentes a las decisiones tomadas. Los peritajes establecerán lo que ocurrió exactamente y, tal como decimos acá, nos permitirá saber quién se tuvo la culpa, pero las 92 víctimas mortales contabilizadas hasta el momento, definitivamente estaban en el lugar equivocado, algunas de ellas realizando acciones equivocadas, otras eran simples espectadores de lo que ocurría, como los elementos para reestablecer el orden, cosa que nunca consiguieron.

Lo cierto es que ese suceso en un pequeño municipio de Hidalgo, ha sacudido al país entero y acapara los titulares de todos los medios. Rara vez sucede ese cambio de prioridad, pues por lo general, es la política nacional un punto de atracción en las agendas locales. Por ejemplo, mucho se habla y se hablará de las designaciones que ha hecho el presidente López Obrador en el Sistema Público de Radiodifusión, del proceso legislativo para dar soporte a la Guardia Nacional o las nominaciones al Óscar de la película Roma de Alfonso Cuarón. No obstante, sin demérito de la importancia de tales sucesos, hoy la palabra encontrada está en el ámbito local -si bien puede estar en cualquier parte- y se llama traición.

Celia Rivas Rodríguez (militante priista y ex diputada de ese partido político) ha sido designada por el gobernador Mauricio Vila como nueva directora del Registro Civil. Este hecho ha desatado la indignación de algunos organismos ciudadanos que trabajan a favor de los derechos de las mujeres. Sí, a favor de mujeres, entonces ¿por qué las protestas de mujeres ante el ascenso político de una mujer? La respuesta la encontraremos en la trayectoria de servicio público de Rivas, plagada de claroscuros y hechos polémicos y -quizá lo más importante- la asociación de su imagen con sucesos que han herido en lo más profundo las fibras sensibles de la sociedad por el agravio hacia adultos mayores y hacia mujeres violentadas, una de ellas, asesinada al llegar a casa en presencia de sus hijos.

De tal manera que la traición -falta de fidelidad o lealtad esperada según la Real Academia Española-, puede mirarse desde diferentes ópticas, todas entrecomilladas por ser sólo aristas o puntos de vista. Rivas, cuando fue Fiscal, “traicionó” a víctimas senescentes de Crecicuentas y a mujeres violentadas; cuando fue diputada y presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política, “traicionó” a grupos sociales al no desahogar iniciativas en pro de sus Derechos Humanos; luego “traicionó” al priismo al aceptar el encargo del gobernador panista Vila, quien a su vez “traicionó” al panismo y, ambos personajes, nuestra confianza.

Sin embargo, no puedo dejar de señalar que también podría decirse que mujeres insultando a una mujer, por sus actos y omisiones, podría llegar a ser traición, si se utilizan una y otra vez calificativos para zaherirla, si se le vitupera en redes sociales. En todo momento deben cuidarse las formas y la ley: nada de insultos, ni acusaciones sin pruebas contundentes. Como se aprecia, Celia Rivas es una figura política controversial, entonces por qué no haber designado a otra mujer -si lo que se busca es abonar la paridad-, con perfil adecuado y sin generar tanta polémica. Entre mujeres, sí podemos hacernos daño, mucho daño.

 

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