Hacia lo diferente que construye igualdades

Por Alejandro Fitzmaurice

Los marcos de pensamiento, conducta y preferencias se amplían y se siguen ampliando desde hace siglos.

La sociología explica esto a partir del paso del ser humano hacia la etapa de la revolución industrial, momento en el cual se migra del campo a la ciudad.

Parece algo hasta cierto punto sencillo, pero las implicaciones de un cambio dejan huellas profundas. En principio, las decisiones, antes estrictamente comunitarias, se vuelven individuales. Permítame un ejemplo burdo: ¿Por qué tengo que ir a misa si aquí nadie lo hace?

Evidentemente, esto no significa que todos los que vivieron en las ciudades de la Inglaterra del siglo XIX eran ateos o rechazaban ir a la celebración eucarística dominical, pero sí implicó el surgimiento de otras conductas no ligadas a los rituales o tradiciones del pasado, las de sus lugares de origen.

Muchas personas, hombres, y quizá mujeres, gozaron en ese momento el placer de romper el yugo del qué dirán. Sino, allí está el refrán: “Pueblo chico, infierno grande”.

Todo lo anterior también pareciera relacionarse con lo que el doctor Luis Várguez, de la Facultad de Antropología, llama la “secularización de la humanidad”.

Ahora se cuestiona con dureza la existencia de un ser creador, no obstante, en sus inicios, la humanidad necesitó creer en la existencia de lo divino.
Así, las normas de los distintos credos que hoy se cuestionan sirvieron por una larguísima duración a millones que, convencidos o no, debieron atarse a ellas. La imposición es un hecho tremendamente repetido en la historia.

Todo lo anterior tendría también que ser valorado cuando se argumenta que, en el pasado, a diferencia del presente, ninguna de las conductas —que algunos insisten en calificar como no naturales— se presentaban.

Los marcos hoy se abren porque las posibilidades lo han hecho. Ciertamente, que lo colectivo se supedite a lo individual, puede traer consecuencias nefastas para la humanidad.

Sin embargo, si las diferencias individuales se respetan para formar aún así comunidad, cambiando competencia por colaboración y diferencias por pluralidad, la esperanza siempre es posible.

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