Hadas…

Algunas veces le narraban cuentos de hadas… Cada noche mamá, y en ocasiones papá, les leía una historia. Ella adoraba las de hadas, incluso a menudo dibujaba alguna en su cuaderno de pintura. Pero Victoria, un año mayor, era más intrépida y aventurera, y prefería las de barcos con piratas, leones en mitad de una selva o animales que hablaban y hacían mil cosas…

Después, cuando el abuelo enfermó, ya hubo menos tiempo para las narraciones. Cada noche ellas rezaban mucho, y se dormían de puro agotamiento, y los papás se quedaban en el hospital, vigilando el sueño inquieto del anciano. Se encontraba muy grave y casi no decía nada. Las chiquillas mantenían la fe en su curación, pero llegaba el verano y estaban bastante tristes…

Una noche Carmen soñó con hadas. Eran idénticas a las de los cuentos. Poseían largos cabellos de color violeta, y eran dulces y de caras hermosas y gratas sonrisas. Había muchas! Más veinte, y más de treinta… Fueron las hadas las que le dijeron a Carmen que su abuelito también deseaba escuchar cuentos. Le gustaban mucho!

Cuando se despertó contó su sueño a Victoria, y entre las dos imaginaron una historia de hadas morenas que querían conocer hadas rubias y surcaban los mares en una canoa de unos príncipes piratas que iban en busca de un tesoro perdido! Un cuento muy del gusto de las dos hermanas! Con hadas delicadas y bellas y príncipes aguerridos y valientes!

Aquella tarde se lo susurraron al abuelo durante su visita de cada día… Y el hombre sonriò! Fue una sonrisa mágica!

Dedicado a los que están en un hospital

Dedicado a Luisito

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