Hermosas ferias en los barrios meridanos en el Yucatán de ayer

En la actualidad solo se instalan las San Sebastián, San Cristóbal y, anteriormente, en San Juan durante los carnavales, pero hace muchos años las fiestas recorrían de manera itinerante la ciudad.

Los yucatecos tenemos un gusto muy especial por las ferias que de manera itinerante recorrían los barrios de nuestra ciudad. En la actualidad solo se instalan dedicadas a la Virgen de la Asunción en el mes de agosto en San Sebastián, y en San Cristóbal durante los festejos a la Virgen de Guadalupe en diciembre, y anteriormente durante los carnavales en San Juan, en el Remate de Montejo y Santa Ana.

Sin duda que muchos meridanos de antaño aún recuerdan con nostalgia el ambiente bullanguero que se vivía en Santiago, donde no podían faltar los carruseles, la rueda de la fortuna, los carritos y en algunas ocasiones las improvisadas carpas en las que se presentaban shows de títeres; sin embargo, escudriñando en algunos libros que cuentan situaciones cotidianas que se vivían en la Mérida de los años veinte, nos encontramos que Santa Ana también contaba con su fiesta, la cual era considerada de las más importantes.

De acuerdo al santoral, el 26 de julio es la fecha en la que la iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora Santa Ana, y desde fines del siglo XIX, en este barrio se conmemoraba dignamente esta fecha con un selecto programa integrado por devotos actos de culto consistentes en procesiones, misas y rosarios solemnes, además de la fiesta profana que duraba casi todo el mes de julio y que se efectuaba en toda el área de la plazoleta y en sus calles adyacentes.

Los carruseles y los avioncitos de don Ernesto Ordoñez Lara, los de D. Nicolás Diaz, además de “El Chicote”, “La Ola”, y la Rueda de la Fortuna de don Simón Cáceres Baquiero, causaban verdadera sensación entre el público, mientras que en un callejón ubicado al extremo oriente de la plaza, D. Benito Sosa Granados instalaba su lotería de figuras.

En cuanto a las refresquerias que se instalaban en el lugar, D. Francisco D. Montejo Baqueiro, cita las del Popular “Calix”, (Carlos Cámara) y la del “Naufrago”, que hacían su agosto en julio mientras que en aquellas animadas noches, los cines Montejo y Pathe, se abarrotaban de gente que llegaba por medio de los tranvías a la fiesta de Santa Ana.

Y regresando al tema de los caballitos, una de estas atracciones que se diferenciaban de los convencionales eran los del ibérico D. Blas Diaz, que tenían una forma no circular, sino de un ocho y que era impulsada a mano, mientras que una pequeña mona, le daba vueltas a una manivela para accionar el cilindro musical que amenizaba el agradable momento.

En el centro de la plazoleta se quemaba fuegos de artificio y velas romanas y en los alrededores se instalaban tómbolas, venta de fiambres y golosinas, las calles adyacentes eran invadidas por todas clases de juegos y refrescos, mientras que vendedores de globos, de pirulines, pregonaban su mercancía, al igual que los que ofrecían “atropellado” y el sabroso nance en aguardiente, que persiste a la fecha.

Por su parte, D. Raúl Emiliano Lara Baqueiro, en su libro “Recuerdos de mi infancia”, nos invita a darnos una vueltecita por la fiesta de Itzimná, que visitó a su llegada de su natal Hopelchén, esto en la década de los años cuarenta, y que describe como la más renombrada y mas concurrida por aquellos años.

“El lugar contaba con un parque bastante amplio, más que suficiente para que se instalen toda clase de juegos, además de las ventas de dulces, frutas y antojitos y de las carpas con sus clásicas tanda que eran semilleros de artistas. Eran hermosas aquellas ferias celebradas en los barrios y entre las cuales la de Itzimná era de las de mayor importancia”, concluye.

Texto: Manuel Pool

Foto: Cortesía

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