Impuesto por ser hombre

Por: Sergio Aguilar

Como es propio del periodismo más vil e indigno, que es la abrumadora mayoría de lo que se publica en internet, una nota tiene un encabezado de polémica gratuita y sacada de contexto: “Inauguran la primera ‘cafetería feminista’: los hombres pagan un 18% más”. Como se podrá imaginar, esto fue motivo de discusión en redes sociales, donde abundaban los hombres que tras su burla machista esconden el miedo de perder su posición de privilegio.

Una nota más mesurada, publicada el 8 de agosto de 2017 en el periódico español La Vanguardia, da mejor cuenta de la situación, a continuación resumo: un bar australiano se ha sumado a una campaña de concientización sobre la brecha salarial (la práctica sistemática en la economía del “libre” mercado de pagar más a hombres que a mujeres), así que para visibilizar el problema, ha decidido que una semana al mes los hombres paguen un 18% más por lo que consumen (que corresponde con un estudio en Australia en el que se reveló que las mujeres ganan en promedio el 82% de que lo ganan los hombres). Ese porcentaje extra, que uno puede decidir no pagar y que se le servirá igual, se destina a organizaciones benéficas para mujeres aborígenes en Australia.

Hay que recordar que la brecha salarial no se puede ver al nivel individual: por supuesto que la mujer que desempeña el mismo trabajo que yo gana lo mismo. La brecha salarial es una situación estructural: quienes ocupan los puestos más altos en la iniciativa privada y en la administración pública son en su mayoría hombres, por lo que la brecha del 18% en Australia (o del 34% en México, según un estudio de la Conapred publicado a principios de este año) está al nivel macro (por ejemplo, aún muchas mujeres no acceden a estudios superiores y no mejoran, en lo general, su situación laboral e independencia económica).

De todos modos, si le sigue ofendiendo que una cafetería en particular quiera cobrarle un impuesto por ser hombre (una semana al mes y con derecho a negarse a pagarlo), habría que recordar el ya comprobado pink tax, impuesto rosado. Fíjese la próxima vez que vaya al supermercado, al revisar los rastrillos para rasurar, que estos incluyen las mismas características (mangos iguales, igual número de navajas, etc.), pero que aquellos pintados de color rosa son más caros que los pintados de azul.

No sólo es la brecha salarial macro-estructural la que mantiene la desigualdad entre hombres y mujeres, sino que además ese ingreso para ellas se ve mermado con las compañías que venden productos con el impuesto rosa, que a diferencia de la cafetería, no avisan ni dan chance de rehusarse. No sólo se les ha enseñado a las mujeres a que deben de estar siempre “presentables”, sino que también se les cobra más por ello. Pero bueno, supongo que de eso se trata el “libre” mercado: de libremente decidir cómo explotar la desigualdad económica.

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