“Juan murió bajo el puente”

Por Renata Millet Ponce
milletrenata@gmail.com

* Estudiante de Ciencia Política en el ITAM y Pedagogía en la UNAM. Lectora, amante del mar y la navegación.

Hace unos días, discutía con María (quien publica los jueves en este mismo espacio) sobre qué es o no es la libertad de expresión. ¿Es esta libertad dejar que cada quien diga su opinión sobre lo que sea? ¿Y si no es una opinión, sino una difamación o falsa información que se utiliza en perjuicio de otra persona? ¿Y si sí es una opinión, pero esta opinión es racista, discrimina, insulta, etc.? ¿Y si aboga en contra de los derechos humanos, incita a una manifestación violenta, debería permitírsele manifestarse?

Si difama a alguien y se comprueba, hay procesos legales para que esa persona obtenga las consecuencias que la ley diga. Si incita a una manifestación violenta o aboga en contra de los derechos humanos o en contra de terceros, claro, es el artículo 6 de la Constitución, donde dice que el Estado no se meterá a menos que la persona que se expresó “…ataque a la moral, derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público…”. Es decir, mientras no ocasione lo anterior, cualquier cosa puede ser publicada legalmente.

Sin embargo, María argumentaba que si no cuestionamos la ley, ésta nunca cambiaría, y tiene razón. Las mismas leyes, incluyendo la que protege (y de alguna manera limita) la libertad de expresión, incluso los derechos alcanzados, todos debemos cuestionarlos y nunca darlos por sentado. Si lo hiciéramos, estaríamos impidiendo la crítica y cerrando paso al avance.

Lo anterior no quiere decir, de ninguna manera, que hay que romper las leyes cuando no nos parezcan, sino luchar por que éstas cambien, desde cuestiones controversiales como la legalización de la mariguana y el aborto, hasta límites estúpidos de velocidad (como aquella parte de la carretera a Chicxulub donde de 80 km/h pasa, en una curva y sin previo aviso, a 60 km/h, y justo ahí hay fotomultas, o habían, y algún valiente la rompió).

El último punto que tocamos es el de los medios de comunicación. ¿Puede un medio negarse a publicar algo? Sí que puede, sobre todo, si es empresa privada, ¿habla bien o mal de aquel medio, la selección de las noticias y artículos que publica? Así es. ¿Es necesario que un medio publique absolutamente todas las posturas y noticias? No, no es necesario. Inteligente es trazar una línea de prioridades: un medio valiente es aquel que permite a opiniones contrarias publicar, pero que tiene bien trazados sus valores y cimientos, evitando así que se publiquen cosas vergonzosas, retrógradas o sin fundamento. Un medio débil, como me dijo un amigo mío, es aquel que saca la noticia del día con un encabezado “El señor… muere aplastado por un puente”. Un medio de comunicación valiente es aquel que escribe “La corrupción mata” para luego desplegar una investigación de por qué ese puente se cayó matando a ese señor.

El panorama es, en resumen, simple: podemos decir siempre nuestra opinión y publicarla, mientras no difamemos o incitemos a algún delito. Cuestionar y estar en contra de las leyes establecidas no es ilegal, tampoco querer cambiarlas. La otra cara de la moneda, es que quienes comparten la mayor cantidad de información tengan bien trazada esa línea difusa, sobre qué difundir y qué no, o al menos, la manera de hacerlo.

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