La alfombra roja en las elecciones

El clima de crispación política, la polarización del electorado, las campañas negras y las agresiones de todo tipo entre partidarios de diversas fuerzas políticas, han dejado el plano del discurso y, fatídicamente, han escalado a hechos de sangre lamentables que enlutan lo que debiera ser la fiesta democrática.

Ya de por sí el nivel de la discusión estaba en su punto más bajo, cuando en este fin de semana algunos políticos prefirieron los insultos a las razones. En Mérida, Meade se refirió a Anaya como un “vulgar ladrón”, mientras el otro le reviró llamándolo “carita de mosquita muerta, cínico y corrupto”. Mientras en el debate por la gubernatura de Puebla, Martha Erika Alonso, esposa del exgobernador Moreno Valle, tachó de “Luisito Rey” a su adversario Luis Miguel Barbosa. En Monterrey, Patricio Zambrano, candidato del PT Morena amenazó públicamente con “partirle la madre” a Enrique Barrios, de Nueva Alianza, durante plena transmisión en vivo.

Lo que parece chistoso y ridículo, en el campo de los dichos, escala en el de los hechos. Fernando Purón fue ultimado al salir del debate en Piedras Negras la noche del viernes. Cuando se tomaría una fotografía con un seguidor, una persona de gorra detonó una pistola en su sien, derribando del impacto el cuerpo sin vida ante la estupefacción de todos. Asimismo, en un estacionamiento de un centro comercial en Coahuila, el director de la facultad de Derecho, Carlos Centeno, ese mismo día, pudo arrastrarse desde su vehículo, ensangrentado, a pedir ayuda tras el atentado que arrebató la vida de su chofer.

Hasta el momento en que se escriben estas líneas, la cantidad de políticos asesinados asciende a la friolera cifra de 112 desde septiembre del año pasado. La responsabilidad, la culpa y el remordimiento caerá sobre quienes sembraron encono entre el electorado, pues hoy cosechan muerte, rencor, impotencia y desolación. A cada víctima registrada se debe sumar exponencialmente los que sufren la pena de su ausencia: hijos que quedan huérfanos, viudas resignadas, madres desconsoladas, amigos dolientes y correligionarios que se quedan sin voz ni representación en la contienda electoral.

La época recuerda al México posrevolucionario en el cual muchas elecciones se resolvían con el consenso de las balas que servía de mecanismo disuasorio para que los votantes no llegaran a las casillas. De acuerdo con los datos publicados por los estudios de análisis puntuales de la consultora privada Etellekt, a la par de estas muertes se han realizado 401 agresiones en contra de políticos en 31 estados de la república que incluyen desde intimidaciones, amenazas, ataques a familiares, asaltos y agresiones con armas de fuego, entre otros.

Los victimarios no han sido certeramente descubiertos y desafortunadamente los grupos de interés que pudieran beneficiarse de cada homicidio son tan variados como: otros partidos o políticos, el crimen organizado, el narcotráfico, los caudillos locales, terratenientes, etc. La próxima presidencia tiene ya una alfombra roja tendida hacia la silla.

Por Carlos Hornelas.
Profesor, periodista y analista. No hay tema que no sepa diseccionar con precisión de cirujano. Experto en política y medios de comunicación.

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