La amnistía, electoralmente rentable

Después de muchas especulaciones y de enfrentamientos internos, finalmente los partidos políticos y las diferentes propuestas que competirán en la próxima elección han llegado al 2018.

Siendo ésta no solamente la primera columna del año electoral sino también la primera después de que los tres principales aspirantes presidenciales han pisado suelo yucateco para recorrerlo, como parte de sus precampañas, resulta importante analizar la rentabilidad electoral del mensaje que más se ha posicionado en lo que va de la campaña: la amnistía al crimen organizado, propuesta hecha por el precandidato de Morena en semanas pasadas.

Andrés Manuel López Obrador, quien inicia el año todavía como el puntero de las principales encuestas, ha tenido que sortear durante la primera parte de sus recorridos la polémica generada por la coalición de su partido y el PT con el Partido Encuentro Social, el cual es leído por la opinión pública y por la propia militancia de Morena como un partido disímbolo de la izquierda que se agrupa tras López Obrador.

Sin embargo, es la propuesta de la amnistía a las bandas del narcotráfico lo que más ha caracterizado a la nueva apuesta presidencial de este precandidato.

La idea por sí sola resulta complicada de digerir, atendiendo a un contexto donde México lleva poco más de 10 años inmerso en una guerra frontal contra los cárteles del narcotráfico y demás bandas del crimen organizado, desde el sexenio de Felipe Calderón, y que ha llevado a los indicadores de violencia a sus máximos históricos en las últimas mediciones.

Pero es justo ese contexto el que podría hacer que el mensaje funcione electoralmente. En 2014 en Colombia, cuando Juan Manuel Santos se jugaba la reelección en la presidencia de ese país, su campaña dio un giro de 180 grados al pasar a la segunda vuelta electoral como el segundo más votado, detrás de uno de los candidatos de oposición.

Esa campaña de Santos es enseñada por los consultores de América Latina como un claro ejemplo de cómo voltear los discursos de cambio y continuidad a favor de un candidato pues, a pesar de que Juan Manuel Santos era todavía el presidente colombiano y representaba claramente la idea de continuidad, su campaña posicionó en la agenda la idea de alcanzar la paz en un país aquejado por un conflicto armado relacionado con el narcotráfico desde hace décadas.

Con esta vuelta de tuerca, de repente Santos era el candidato del cambio, del cambio de rumbo respecto a la administración del conflicto armado, el candidato de la paz; mientras que el otro candidato era el de la continuidad, el de no cambiar la manera como se había llevado a cabo el conflicto hasta el momento, el candidato de la guerra.

La idea de López Obrador es una calca de la estrategia de Santos, pues ambos hablan de la amnistía. Y aunque el contexto ideológico del narcotráfico colombiano es muy distante de las motivaciones del narcotráfico en México, esta idea bien comunicada podría hacer que los votantes mexicanos vean a AMLO no solamente como el candidato que otorgará una amnistía a los narcotraficantes, sino como el candidato que acabará con 10 largos años de guerra.

Visto de ese modo, la propuesta resulta electoralmente rentable, incluso sin que se tenga que discutir la manera de llevarlo a cabo o sin llevarlo a cabo siquiera. La sola idea de posicionar el fin de la guerra contra el narcotráfico, sumado a la lucha frontal contra la corrupción que ya maneja el precandidato podrí resultar atractivo para quienes piden a gritos un cambio.

Eso lo saben tanto Ricardo Anaya como José Antonio Meade, y es por eso que en ambos equipos se discute no solamente la manera de atacar la figura del puntero sino también de esta idea, sin que eso les coloque en la trinchera de la continuidad, dejando a López Obrador en solitario como el único cambio en la siguiente elección.

Para ambos es complicado. Meade tiene que alternar su tiempo de precampaña defendiendo las decisiones de Peña Nieto, incluyendo la reciente Ley de Seguridad Interior, mientras que Anaya debe lidiar con la desbandada que amenaza con dejar vacío al PRD, su principal aliado para la elección.

Apenas es el comienzo, y apenas son las precampañas. Pero resulta ser un buen termómetro para anticipar la estrategia de comunicación que cada uno seguirá de cara al 1 de julio próximo.

 

Juan Pablo Galicia. 

Politólogo, profesor universitario y analista en radio, televisión e internet. Sin duda, una pluma que debe leerse.

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