La artificialidad del lenguaje inclusivo

El lenguaje inclusivo tiene buenas intenciones, pero su ejecución es atroz. Los esfuerzos por implementar un género neutro en el idioma español carecen de toda espontaneidad y, por consecuencia, son naturalmente recibidos con rechazo.

Dicho eso, la resistencia ante el infame “todes” (y su hermano, “todxs”) surge tanto de sus opositores como de sus mismos partidarios, quienes –sin advertirlo– a veces caen rendidos ante el esfuerzo adicional que demanda expresarse de forma “inclusiva”, regresando entonces al vicio al que le han declarado la guerra: el masculino genérico. Como ejemplo, les presento el caso del blog chilango, El Ombligo de la Luna: su página de inicio lo describe como “hogar de lunátiques” y su barra de navegación tiene un apartado titulado “sobre nosotres”. La introducción a su blog también luce el lenguaje inclusivo: “Este es un espacio de todes para todes. Seamos responsables y respetuoses”.

Sin embargo, pareciera que las citas anteriores son poco más que una fachada. El pie de página del sitio también incluye un vínculo a la sección de “sobre nosotres”, pero ahora bajo el nombre de “acerca de nosotros”. Tal vez un desliz perdonable. Lo mismo no puede decirse del pop-up que le aparece a los visitantes primerizos del foro, el cual prescinde por completo del lenguaje inclusivo y emplea palabras como “bienvenido”, “respetuoso” y “todos”. Su Instagram presenta un caso aún más desconcertante, pues mezcla el género neutro y el masculino genérico en un mismo texto: “¡Bienvenides lunátiques! Comunidad de snobs y apasionados por las letras”.

Queda claro que la coerción no basta ni para que el lenguaje inclusivo encuentre una aplicación regular entre sus partidarios. ¿Cómo puede esperarse que lo haga entre sus opositores?

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