La exposición de AMLO

Por Carlos Hornelas

En los próximos meses se verá la reconfiguración del escenario político de cara al inicio del período de Andrés Manuel López Obrador. Si bien, a todos les da la impresión de haber comenzado ya, es un hecho que los prolegómenos han sido abundantes y variados.

Tan es así que los medios de comunicación siguen la pauta de las temáticas de la agenda que propone en sus intervenciones todos los días. Si aún no ha llegado a Los Pinos, ya llegó a los medios. Las declaraciones y posicionamientos que ha realizado desde que se celebraron los comicios, han logrado desplazar, sin tanto dispendio, la figura del todavía actual presidente Peña Nieto, ahora inexistente, borrado, invisible.

La figura de AMLO emerge en un escenario del cual es único dueño sin contrapeso visible en ningún partido político, ni en el Congreso, ni en los medios. El riesgo de tener tal nivel de exposición en los medios de comunicación puede llevarse a distintos niveles de preocupación por quienes manejan su imagen.

De prevalecer el ritmo con el cual aparece, deberá adaptarse a los tiempos de los nuevos medios de comunicación. Mientras los políticos de la T.V., la radio y la prensa podían darse el lujo de administrar su presencia y dosificar sus intervenciones, en los tiempos de las redes sociales y el flujo de datos de internet, las novedades para seguir en el trending topic son indispensables. La renovación de los impactos debe ser continua y tener la fuerza para permanecer el mayor tiempo y tener la mayor resonancia en los medios tradicionales.

Si esto es así, entonces la lógica del medio le puede jugar en contra haciendo que necesite, como si fuera Netflix, contenidos nuevos más rápido para actualizar a la audiencia fidelizada. Más mensajes, más rápido. ¿Es necesario que el gobierno se convierta en un Hub de medios para informar más cosas, en lugar de gobernar más?

En segundo lugar, así como el nivel de exposición puede jugar a su favor, lo puede hacer en su contra porque con la lupa de los medios sobre su persona, tanto los aciertos como los errores tienden a magnificarse, con una serie de consecuencias en cada caso.

En tercer lugar, lo escueto de los intercambios y la prioridad a anunciar primicias, en lugar de someterse a un interrogatorio o un diálogo con algún interlocutor, hace pasar sus ideas como producto de un dictado del soberano al pueblo y no un informe del servidor público a la ciudadanía. En política, la forma cuenta tanto como el contenido.

Por último, queda pendiente la cuestión si los medios que lo cubren actualmente lo seguirán haciendo cuando asuma el cargo habida cuenta que ha anunciado que, como parte de su austeridad republicana, no pagará por publicidad oficial. Algo nunca visto desde los tiempos de Echeverría, célebre por acuñar la frase: “no pago para que me peguen”.

 

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