La iglesia mexicana encara la cumbre del Papa sobre pederastía

José Barba, exlegionario de Cristo y víctima de Marcial Maciel, depredador sexual y fundador de la orden, pasó varios años sin ir a comulgar. Unos meses atrás, en pleno torbellino por los abusos en la Iglesia chilena, volvió a asistir a una misa en Ciudad de México y salió indignado: “El sacerdote no pronunció ni una palabra sobre los casos de pederastia”. Hace quince días regresó a esa misma iglesia y esta vez el sacerdote sí mencionó algo sobre el tema: “Dijo que solo era un granito negro dentro del arroz”, recuerda.

La larga sombra de Maciel (1920-2008) sigue pesando sobre la Iglesia mexicana, todavía reticente a reconocer y a hablar de la lacra de la pederastia. A once años de la muerte del fundador de los Legionarios de Cristo, algunas de sus víctimas reclaman ante la justicia, mientras otras negocian directamente con la congregación la reparación del daño. La aparición de nuevas denuncias en el país confirma, según las voces consultadas, el carácter estructural del abuso y la existencia de un sistema de encubrimiento desde hace al menos seis décadas. A mes y medio de que se celebre la cumbre sobre la pederastia convocada por el papa Francisco, las víctimas critican la distancia de la Iglesia mexicana.

Tras las declaraciones del prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, el cardenal João Braz de Aviz, sobre el encubrimiento de los delitos de Maciel por parte del Vaticano, víctimas y estudiosos en la materia piden acciones concretas, no solo palabras contundentes, para atajar el problema. A pesar de que el propio Francisco solicitó a los jerarcas de todo el mundo que se acercaran a los damnificados en preparación para la reunión de febrero, las víctimas de Maciel consultadas aseguran que la Iglesia mexicana no se ha comunicado directamente con ellas.

José Barba, uno de los ocho exlegionarios que denunció públicamente a Maciel en 1997, está pendiente de una reunión con el nuevo cardenal de México, nombrado hace un año para sustituir a Norberto Rivera, acechado por acusaciones de haber protegido a varios curas pederastas. “En marzo pasado me vino a ver un abogado de parte del nuevo cardenal y me preguntó si estaba dispuesto a hablar con él, pero no dio ni fecha ni lugar y todavía no me he reunido”, cuenta. “No ha habido voluntad”.

Frente a esta aparente pasividad, seis víctimas denunciaron en octubre a los Legionarios de Cristo por daños morales, la primera demanda de estas características. A pesar de que los abusos están prescritos, Sergio Méndez Silva, el abogado de los denunciantes, asegura que sus defendidos sufrieron tortura, delito tipificado como violación a los derechos humanos por los diferentes tratados internacionales que ha firmado México. Al tratarse de una transgresión de un derecho fundamental, el letrado sostiene que la justicia mexicana debería admitir la denuncia. Otros tres exlegionarios, entre los que se encuentra Barba, han optado por negociar directamente con la congregación sin recurrir a la vía legal. Las negociaciones todavía están abiertas, por lo que Barba prefiere no dar detalles por razones de “discreción y respeto”.

“Cuando denuncié a Maciel por primera vez, se me acusó de hacer complot, de ser enemigo de la Iglesia”, cuenta el exsacerdote Alberto Athié, uno de los primeros en denunciar los abusos del fundador de la Legión de Cristo ante el ahora arzobispo emérito de México, Norberto Rivera. Athié asegura que, tras presentarle en 1997 nueve casos de pederastia, Rivera quiso acallarlo y le ofreció nombrarlo obispo a cambio de su silencio. Él no aceptó, lo que le valió su posterior traslado a Chicago, en Estados Unidos.

El exsacerdote calcula que tan solo en México hay al menos 40 víctimas de Maciel e insiste en que ocultar los abusos dentro de la Iglesia era una cuestión sistémica. “Había un protocolo de encubrimiento, bajo el cual actuaban los obispos. La pederastia clerical no es un accidente, es un asunto estructural”, apunta Athié. Aunque el papa Francisco perdonó a la Legión en 2015, la herida sigue sin estar cerrar. “Se sienten perdonados como institución, pero dentro todavía quedan legionarios que defendieron a Maciel”, asegura Barba.

LA PUNTA DEL ICEBERG

El caso del fundador de los Legionarios es solo la punta del iceberg. En México, la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes (SNAP) afirma haber atendido alrededor de 550 casos en los últimos 11 años, la mayoría sucedidos en la década de los 80. Pese a la dimensión de esta lacra, en México solo ha habido tres condenas a sacerdotes por delitos sexuales, según SNAP. Para explicar esta contradicción, el director de la red, Joaquín Aguilar, apunta a la prescripción de los delitos, al silencio de las víctimas y al vacío legal —casi la mitad de los estados mexicanos no tienen tipificado el delito de pederastia—. El propio Aguilar fue objeto de abuso cuando tenía 13 años, a principios de los años 90. Su denuncia prescribió y el sacerdote que abusó de él nunca ha sido condenado.

Pese a la reticencia, la atención mediática que han recibido los casos de pederastia en los últimos años sí ha obligado a la Iglesia mexicana a mover ficha. En noviembre pasado tuvo lugar el primer foro sobre pederastia clerical en México y el obispo auxiliar de Monterrey fue uno de los ponentes.

Paralelamente, SNAP está trabajando junto con la Arquidiócesis Primada de México en un protocolo para tratar a las víctimas de abusos. “Muchas veces cuando se interroga a menores que son víctimas de abuso no se tiene sensibilidad”, explica Aguilar. “En vez de animarles a hablar, se les intimida”. Está por ver si la Conferencia Episcopal Mexicana, la asamblea que agrupa a todos los obispos del país, adopta el protocolo.

Sin hacerse ilusiones, la reunión de febrero abre una oportunidad, según expertos y víctimas, para poner fin al silencio de tantos años y pasar, por fin, a la acción. Uno de los pedidos en el que insisten algunas víctimas de Maciel de cara a la cumbre es la apertura de los archivos de los miembros de la curia ante las autoridades civiles de cada país. “No hay reconciliación sin reparación”, cierra José Barba.

Texto: Georgina Zerega / Jon Martín Cullell
Fotos: Cortesía

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