La mente humana

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Sabemos hoy que la mente es uno de los grandes prodigios naturales humanos. Que es ella la que nos permite pensar, sentir, ser conscientes, diferenciar entre el bien y el mal, tener memoria, poder reflexionar y resolver grandes problemas así como encargarnos, también, de lo más simple y cotidiano de nuestra vida. ¿Pero dónde está? Sabemos bien que en el cerebro… ¿Pero dónde exactamente?

René Descartes, el destacado filósofo racionalista francés del siglo XVII, científico y matemático, autor de la “Teoría del Método” con la que hoy la ciencia moderna proyecta sus hipótesis para ser estudiadas, pensaba que la mente no le pertenecía al cuerpo, sino que de alguna manera estaba ahí, depositada en uno de sus órganos, el cerebro, exactamente albergada en el interior de la “glándula pineal”, pero sin que su esencia fuera parte de él. “Porque la mente —escribió— está hecha de otra sustancia”. A esta idea cartesiana hasta hoy, se le llama en filosofía “dualismo sustancial”.

Fue Descartes quien se aseguró de decirle a su siglo, así como Platón lo hizo también con el suyo en el siglo V, que la mente (el alma) sobrevivirá al cuerpo después de que éste haya muerto. Idea que hasta hoy sigue formando parte de la prerrogativa teológica (religiosa) de nuestro tiempo en la que se sostiene, católica o luterana, la fe cristiana. Siendo nuestra respuesta más lógica a las preguntas sobre lo eterno y el alma. Aunque Platón además agrega que el alma (la mente) es preexistente al cuerpo; es decir, que ya existe antes de la vida de cualquier cuerpo en el que es simplemente depositada desde su nacimiento.

Pero hoy la ciencia vuelve a preguntarse: ¿dónde está nuestra mente? yendo más allá del dualismo cartesiano y no examinando (quizá por exenta e idealista) la navegación platónica. ¿Es nuestra mente nuestra conciencia realmente? Hoy sabemos que no está precisamente en la glándula pineal como supuso Descartes, demostrado al menos por cartografías cerebrales modernas y la extirpación de la glándula en sujetos enfermos que luego siguieron pensando y, como dice irónicamente Damasio, no se volvieron zombies… ¿En qué parte de nuestra masa encefálica, entonces?

Otro hallazgo científico de última generación es que nuestro cerebro, aunque se encuentre dividido en su función nerviosa en relación a su parte racional, límbica y reptiliana, o la parte de los lóbulos del córtex pre frontal, parietal, temporal, occipital y el cerebelo, tiene por naturaleza una función holística en íntima relación con el cuerpo.

No solo es en la amígdala cerebral, como se creía hasta hace poco, por ejemplo, donde tienen conexión o lugar las emociones, sino asimismo en otras áreas como el hipocampo, el hipotálamo, la corteza insular y el córtex racional. Los nuevos estudios de cartografía (imagimática) de imágenes cerebrales de acuerdo a las últimas investigaciones neurocientíficas, nos muestran una diversidad de reacciones en distintas áreas del cerebro cuando se trata de estar felices, enojados o tristes, enamorados, melancólicos o ansiosos.

En el cerebro, sentimientos y emociones se relacionan con el pensamiento, dice Antonio Damasio, un neocartesiano y devoto spinozista que ha trasladado su ciencia a estas dos filosofías, o que del auxilio de estas filosofías (puede también decirse) ha encontrado una gran inspiración para sus postulados científicos sobre la mente humana.

Estos nuevos hallazgos sin duda sirven también a la Psicoterapia, desde la teoría científica y filosófica, para validar o reconsiderar el comportamiento humano, ya que es la psique misma (la mente) la principal involucrada en eventos de traumatismo, ansiedad, depresión o simples cambios de humor o de ánimo que determinan la vida (buena o mala) de una persona.

La mente (nuestra mente) es la principal rectora de cada juicio en nuestra existencia ordinaria, y la gestora inmediata de la toma de decisiones relacionadas con los síntomas de nuestro cuerpo o nuestros problemas de comportamiento.

¡Pero dónde está la mente!

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