La nueva realidad

Por Mario Barghomz

¿Quiénes somos? ¿Quiénes hemos sido antes? ¿Nos reconocemos? ¿Seguimos siendo nosotros mismos o somos otros? Y si somos… ¿Quiénes somos? Y desde nosotros mismos, ¿cómo nos percibimos ahora bajo estos tiempos de incertidumbre? ¿Más fuertes o más vulnerables? ¿Se trata de tener miedo siendo conscientes o simplemente de ser más prudentes? ¿Nos espanta la muerte? ¿O es como (y cómo) debemos continuar la vida lo que nos espanta? Todas éstas son preguntas existenciales.

¿Cómo debemos continuar nuestra vida después de esta pandemia, o aún en medio de ella? Después de haber padecido (los que sobrevivimos) este encierro tan prolongado; esta extraña incógnita de nuestra existencia.

¿Seguiremos siendo aquellos que difícilmente mirábamos al otro, aunque estuviera tan cerca? ¿O miraremos con más detalle tanto la distancia que guardo con el otro, como su aspecto? ¿Seguiremos besando algún día la mejilla de a quien saludamos, lo abrazaremos, le daremos la mano…? ¿Qué y quiénes seremos después de tanto aislamiento? ¡De tanto encierro!

¿Habrá quien nos mire igual como antes o nos mirará con reservas; como con duda y sospecha? Y nosotros, ¿cómo actuaremos?

¿Qué sigue? Todavía, durante algún tiempo, seguramente nos comportaremos bajo el imperio de la incertidumbre, de la duda, de la sospecha… saldremos a la calle pero no estaremos seguros. Comeremos en restaurantes, iremos al cine, celebraremos fiestas, organizaremos reuniones, los niños irán a la escuela… ¿pero estaremos seguros?

Viviremos sin duda con cierta reserva, pero deberemos también ser conscientes para que la incertidumbre no nos venza y el temor no nos enferme. ¡Es tan fácil enfermar ante el miedo! El temeroso pierde sus defensas, las de su sistema inmune, pierde la seguridad y su confianza, y con ello, la esperanza. ¡Con el miedo enfrente se pierde el valor de la vida!

No será lo mismo, eso está claro. Cambiaremos hábitos y costumbres, rutinas y preferencias. ¡Seremos otros! Pero yo propongo que mejores; más sabios, más humanos, más aquellos que aprendieron para seguir con su vida, y menos los que esperan borrar lo sucedido para empezar de nuevo. Este dicho aquí se acaba (“borrón y cuenta nueva”), porque lo sucedido durante la pandemia y la pandemia misma (sobre todo los que perdieron familiares o se enfermaron y se recuperaron) no se nos olvidará nunca. El 2020 será un año que recordaremos si Dios nos permite seguir con vida, como el año de la pandemia (del COVID-19).

Y aunque ya no estemos tan cerca y estemos a punto de volver a salir de nuestras casas para seguir haciendo nuestras vidas, tampoco estamos lejos, por lo que debemos ser cautos, prudentes, inteligentes y sabios en cada una de nuestras tareas, actos y decisiones; en el simple hecho de salir para ir a la tienda o dar un paseo, ver a un amigo o sentarnos a la mesa de una cafetería para disfrutar una buena taza de café, como a mí me gusta.

Yo espero que salgamos equipados de voluntad y espíritu, que luchemos y, como siempre, encontremos la victoria como hicieron otros antes que nosotros en la historia de nuestra evolución humana. Quiero decir que en otras épocas (pestes, guerras, hambrunas, éxodos…) siempre encontramos la manera de librarnos, de salir y seguir adelante. ¿Por qué no ahora? Revoluciones, esclavitud y holocaustos nunca fueron suficientes para que el hombre dejara de luchar y sucumbiera. Todas y cada una de las razas en el planeta, y todos y cada uno de los continentes en que está repartido nuestro planeta, asumieron siempre sus luchas en contra de la inconveniencia. ¡Por qué no ahora ante esta nueva realidad, ante este nuevo comienzo! ¡Fortalezcamos, como dice la palabra bíblica, nuestro corazón y nuestro espíritu! Dejemos atrás a ese ser viejo y retomemos la palabra divina como nuestro mejor escudo ante la adversidad. “De modo que estemos en Dios como nuevas criaturas, de espaldas a las cosas del pasado, pero de frente ante las hechas nuevas”. (Corintios: 5/17).

¿Pero seremos los mismos? Definitivamente ¡no, nunca! Seremos hombres nuevos, sin lugar a dudas… ¡Pero en Dios… siempre!

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