La Principal

Concluyó la gira de agradecimiento por el Sureste y el presidente electo, electo, electo —hay que repetirlo y varias veces para no olvidarnos de quién sigue en Los Pinos— anduvo de buenas y mejores.

Si la visita al Sureste obedeció a tantear los avances de los efectos de la prensa “fifí” y las fuerzas conservadoras que cuestionan sus proyectos, puede estar tranquilo: en todas las capitales, demostró que su músculo político sigue intacto, implacable, arrollador.

No obstante, todo sigue pareciendo, a muchos ratos, una continuación de la campaña, cuando las promesas hacían echar corazones al aire y cuando poco importaban las razones. Ya llegaría el tiempo de gobernar, ahora, nos dijimos en la campaña, es tiempo para que el pueblo sueñe.

Pero ya pasó esa etapa. López Obrador ganó y con contundencia. De esta forma, más allá de reiterar promesas, se comienza a percibir una mayor necesidad de explicar las estrategias para conseguir dichas promesas. Se ha dicho hasta el cansancio: ya sabemos los qué, ahora queremos los cómo.

¿Era realmente el momento de entregar cuerpo y alma a una gira de agradecimiento? Quizá ya no tiene mucho sentido cuestionarlo. Ya pasó y lo pasado, pisado. Además, tejer alianzas con gobernadores para levantar un proyecto de la trascendencia del Tren Maya no parece, ni de lejos, una tarea inútil.

Sin embargo, es el propio López Obrador quien debe reconocer que no hay buen gobierno sin proyecto y que el tiempo se agota.

Necesitamos saber las formas, los métodos, los caminos.

Nadie quiere seguir soñando. Ya estamos despiertos.

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