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Con frecuencia, dadas las circunstancias económicas, pocos pueden darse el lujo de preocuparse (y ocuparse) por saber la calidad de los alimentos que se ingieren. Comida es comida, se repiten, día con día, millones de familias mexicanas que se contentan con tener algo en la panza para arrancar y concluir la jornada.

Las consecuencias de esta situación son evidentes: la obesidad y todas sus implicaciones son ya una situación bastante normalizada, aunque no por ello menos peligrosa.

Sin embargo, con el permiso del sistema de salud pública, hagamos a un lado un momentito esta situación, ya que también hay otros problemas, como la de los dañinos fertilizantes que se utilizan para hacer crecer muchos de los cultivos que consumimos. Basta recordar, en este tenor, la cantidad de elementos químicos que se han hallado en el manto freático de la entidad yucateca.

No obstante, puesto que no todo siempre es negativo, la nota de nuestro compañero Jesús Gómez habla de fertilizantes orgánicos que pueden representar una alternativa mucho más sana. Por si fuera poco, de acuerdo con Rodrigo Peraza, director de Desarrollo Técnico de Biorganix Mexicana, utilizar estos recursos agrícolas permite una mayor posibilidad de exportación.

Ciertamente, no podemos presumir de expertos en esta materia tan especializada, pero queda claro que sólo a partir de la exigencia de los consumidores los productores del campo yucateco y mexicano comenzarán a brindarnos cultivos que no impliquen ningún tipo de daño para nadie.

Así, es tiempo de preocuparnos (y ocuparnos) por nuestra salud. Diabetes, pesticidas o químicos en el agua. Todo daña al organismo y eso ya no puede seguir siendo ignorado, aunque parezca lujo.

 

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