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Lejos ha quedado aquel Progreso idílico de nuestros abuelos, el puerto de silencios y casas de madera donde bastaba alejarse una braza del malecón para encontrar chernas gigantes o para dormir siestas por la tarde contando barquitos de vela impulsados por la brisa.

A través de una interesantísima estampa de nuestro compañero David Correa, el periodista Jorge Alberto Frías Castillo, hijo del cronista Romeo Frías Bobadilla -una leyenda viva del Puerto- confirmó lo anterior: Progreso de Castro, fundado un día como hoy, pero de 1856, ya no es el mismo y evidentemente ha tenido que afrontar distintas transformaciones a lo largo de estos años.

El presente momento no es la excepción, algo que quedó demostrado a partir de las aún recientes declaraciones de la secretaria de Turismo, Michelle Fridman, quien erró en la forma de expresión, pero no en el fondo de la misma: nuestro querido puerto, nuestro queridísimo Progreso, debe trabajar mucho más en la búsqueda por definirse como un novedoso espacio turístico que genere más oportunidades para todos, sin renunciar jamás a la vocación mercantil con la cual nació.

Así, la conmemoración de la ciudad y puerto que el señor Juan Miguel Castro tuvo a bien fundar, también debe ser una razón del mayor peso para rectificar el rumbo hacia un auténtico crecimiento sustentable que vincule sin conflictos economía, turismo, productividad y ecología.

Progreso lo merece.

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