La tolerancia es un platillo exótico…

Por Miguel II Hernández Madero

Como una marca del siglo XXI hemos visto cómo crecen las posturas radicales y violentas, cobijadas en un doble discurso: por un lado se demanda tolerancia y respeto de derechos y formas de pensar, pero por el otro se descalifica y agrede a quien no comparte su ideología.

Cierto, la historia nos muestra cómo los grupos oprimidos estallan cuando ya la situación para ellos es insostenible, cuando ya la indignación rebasa todo lo soportable y la dignidad humana es ignorada. El hambre, la esclavitud, la opresión y la pobrez han sido factores que desencadenan la violencia y frente a ello no vale pedir que se debe tolerar ser pobre, o resignarse a ello, como si fuera mandato de algún ser supremo, dador de vida.

Pero ahora estamos viendo que la violencia se está generalizando. Si se recuerda una fecha en específico, habrá marcha y caos, destrozos, pinta de propiedades; si hay un linchamiento en las redes, entonces es motivo suficiente para salir a incendiar el mundo; eso sí, demandando que se respeten sus derechos y exigiendo tolerancia.

Tolerancia, una palabra que en sí misma indica que alguien se siente superior a los demás, pero “tolera” su existencia, como un acto magnánimo. En vez de pedir tolerancia, lo ideal es pedir “reconocimiento”. Qué diferente sería que en vez de decirnos “te tolero y te respeto”, podamos decir “te reconozco como mi igual, como mi semejante y respeto tu forma de pensar, aunque no coincidamos”. Sería muy diferente.

Pero la sociedad está derivando a un camino de intolerancia, de falta de respeto y reconocimiento, con posturas radicales que buscan destruir a aquellos que piensen diferente, y con el discurso de “no tengo nada qué perder y sí mucho que ganar”, la división entre yucatecos se va acrecentando, tal como ha ocurrido en otras partes del país.

Con la destrucción y vandalismo no se gana nada, ni siquiera apoyo de la opinión pública, pues así como habrá quienes aplauden eso, muchos más lo rechazan, porque es algo incomprensible. Quemar libros, dañar fachadas, pintar monumentos y tratar de quemar iglesias no nos conduce a nada, por el contrario las voces se pierden entre tantos gritos y al final, si incendiamos la sociedad, únicamente habrá cenizas. Las grandes transformaciones requieren grandes cambios, pero ¿quién puede probar qué forma es la correcta?

Todos queremos una sociedad igualitaria, no una sociedad donde se victimice a unos, se condene a otros y en suma, se persiga a un sector por razones de género, raza, ideología o color de piel.

Pensemos hacia dónde nos lleva este camino. Ya no está lejos, ya no está tocando a nuestras puertas. La violencia e intransigencia ya entró a Yucatán y eso es lamentable.

Hasta la próxima…

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