Las buenas protestas

Por: Carol Santana Franco

Esta semana el cuerpo de Mon Laferte fue el centro de atención gracias a su valiente protesta en los Grammys Latinos.

Entre quejas y comentarios llenos de odio, la protesta de Mon sirvió para visibilizar aún más las protestas en Chile, en donde el Estado sigue reprimiendo y torturando a sus ciudadanos.

—En Chile torturan, violan y matan —fue el mensaje que le dio la vuelta al mundo, y mientras que unos la admiraban por su valor para exponer su cuerpo ante las cámaras y el escarnio público, otros se burlaban de sus senos, su música y su mensaje.

Las buenas formas de protestar siempre aparecen entre los comentarios de facebook cada que una mujer —o un grupo de mujeres— se atreve a levantar la voz o a mostrar su inconformidad.

Lo más chistoso es que los mismos que se quejan de estas formas hace unas semanas celebraban y admiraban la película “Joker”, en donde el protagonista se rebela contra el sistema y despierta disturbios por parte de los marginados por toda la ciudad.

Tan sólo esta semana, la Unam también se volvió la protagonista de las redes sociales gracias a las mujeres que han pintado paredes como muestra de inconformidad contra la institución que sigue protegiendo a sus alumnos y maestros agresores.

Los estudiantes se han unido para defender “su patrimonio” entre ellos libros y murales, y al mismo tiempo se han compartido volantes con la frase “viola a una feminazi”, además de lanzar piedras y agredir a sus compañeras mientras protestaba por la facultad de ingeniería.

Facultad en donde hace dos años fue asesinada Lesvy Berlín. Hace unas semanas también, nuestro país celebraba las protestas en Chile pero hoy, cuando las mujeres las hacen, las condenan o se burlan de ellas, ya que aparentemente pedir que los agresores sean responsables de sus actos y la violencia de género se detenga no es motivo suficiente por lo cual luchar.

Es muy triste ver a hombres con doctorados y licenciaturas, no entender la rabia que la violencia de género genera, pero es más difícil darnos cuenta que estas personas serán futuros médicos, abogados o servidores públicos.

Quizás la razón por la que no conocen a alguien que ha sido violentada es gracias a que ninguna mujer en su vida les confía sus experiencias por el miedo a que sean poco empáticos y minimicen sus agresiones.

Al final, la única forma en la que las protestas se detengan es cuando la violencia de género desaparezca. Y nos falta mucho todavía.

 

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