Las cifras alegres…

En tiempos electorales las encuestas son un arma bastante utilizada para influir en la gente, aunque sean engañosas y manipuladas; es decir, no tienen la verdad absoluta y son fácilmente enfocadas en una u otra dirección, pero lo más grave es que mucha gente lo cree.

Las encuestas construyen lo que el público debe conocer y debe creer; forma parte de un proceso mediático para manipular la opinión pública y pese a que son las mismas fórmulas implementadas desde hace décadas, aún siguen funcionando en determinados sectores. Pero también hay otras encuestas y campañas que son tan mal manejadas que generan rechazo cuando en realidad lo que se quiere es la aceptación mayoritaria.

¿A qué nos referimos con “cifras alegres”? Es cosa de números. Se podría por decir, por ejemplo, que el candidato del partido del arcoíris tiene el 25 por ciento de la preferencia del voto, contra el 20 del candidato del partido tornasol y el 15 del abanderado del partido de la escarcha (por decir ejemplos). Eso se manejaría señalando que el aspirante del arcoíris es el virtual ganador porque “la mayoría va a votar por él”.

¿Se les hace conocido? Pero fijémonos bien: 25 + 20 + 15 = 60, queda un 40 por ciento que no se ha decidido. Pero además el 25 por ciento, implica que el 75 por ciento no está convencido de la propuesta del arcoíris, eso implica que NO cuenta con la mayoría y es una minoría la que está por decidir aparentemente, pues no olvidemos al fantasma de quienes se decidirán a última hora.

Manejar esas cifras alegres es pecar de optimismo, en el mejor de los casos, concediendo que no hay dolo en ello; pero frecuentemente es el empleo descarado de tácticas de manipulación, sabiendo que con un poco de maquillaje cualquier gavilán puede pasar por una encantadora paloma.

Lo mismo puede aplicarse en los sondeos para medir popularidad de funcionarios. En vez de realizar esos estudios a población abierta, se recurre a escenarios controlados, en sectores donde se sabe de antemano que hay alguna condicionante que establezca un tipo de compromiso moral. Por ello, si el presidente de la Cofradía del Shek tradicional (nuevamente nombres de ejemplo para no herir susceptibilidades) reparte jícamas y se distribuyen posters con su fotografía, cuando tiempo después se haga la encuesta y se pregunta si lo reconocen, la respuesta va a ser afirmativa.

Igualmente, al preguntar de manera directa si les ha dado algún apoyo, la respuesta mayoritaria sería sí; las demás preguntas irían enfocadas a establecer qué tanto lo conocen y si han tenido algún contacto con él. Al final la encuesta dirá que está bien posicionado, o que es el “Número 1, ¡el mejor calificado!”, todo como fruto de la propaganda.

Desafortunadamente, aún hay mucha gente que le da credibilidad a esas encuestas de cifras alegres, o fingen creerlas. Eso no quiere decir que todas las encuestas sean malas, hay unas enfocadas a dimensionar los problemas sociales, por ejemplo, pero es harina de otro costal.

Esperemos que esa manipulación de cifras no pese en las elecciones de este año y que la gente salga a votar.

Hasta la próxima…

 

Por Miguel II Hernández

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