Por Marcial Méndez
El director Martin Scorsese llegó a titulares hace poco al afirmar que las películas de superhéroes no son cine, argumentando que no se preocupan por transmitir “experiencias emocionales y psicológicas”, aspectos que él parece considerar como los fundamentos del séptimo arte. Francis Ford Coppola, por su parte, recientemente se ha pronunciado en pro de la descalificación hecha por Scorsese al catalogar las cintas de encalzonados como “despreciables” y repetitivas.
Evidentemente, algunos de los embates del par de directores son excesivos y hasta improcedentes (en el caso del infame “eso no es cine”). De igual forma, la manera en la que generalizan sus críticas al descalificar al “género” superheroico como un todo habla, si no de desinformación, sí de un sesgo irresponsable que no toma en cuenta las producciones más excepcionales de esa burbuja.
Dicho ello, buena parte de sus críticas sí dan en el clavo de los problemas que plagan a la oferta más “promedio” del género: las convenciones o “fórmulas” popularizadas por el MCU sí han tenido un efecto homogeneizador en buena parte del “género” y, lamentablemente, este ha venido de la mano con una disminución en la humanidad y profundidad del mundo y los personajes plasmados en estos filmes.
Aunque hay que reconocer el sesgo del que nacen las críticas de Scorsese y Coppola, también hay que concederles algo de razón. El cine superheroico sí es cine, ¿pero acaso no queremos que también sea más original, diverso y conmovedoramente humano?
