Las decepciones se olvidan en el mar

Jhonny Eyder Euán

jhonny_ee@hotmail.com

Si les digo que hay una persona parada justo a la orilla del mar seguro pensarán que ve el agua, el horizonte y/o está reflexionando sobre la vida. O simplemente está triste. Yo creo que se trata de una persona decepcionada.

La verdadera razón de que esté ahí como un soldado que vigila algo, nunca lo sabremos, a menos que nos acerquemos a preguntarle, pero creo que nadie hará eso. Lo cierto es que su postura ha despertado interés y todos hablamos sobre él.  Observamos al sujeto y, sin siquiera acercarnos entre nosotros, dialogamos para tratar de adivinar su infortunio o el problema que lo tiene allí, mirando fijamente hacia el mar.

La señora del bikini rojo cree que es un ebrio que está esperando que una sirena se aparezca entre las olas. El señor gordo que bebe su michelada cree que el sujeto está esperando a su novia, amante o amigo. Afirma que el tipo es de esos hombres que se cita con mujeres en la playa.

Un par de chicas que se toman fotos para el Instagram piensan que el hombre está triste y vino a la playa para buscar un poco de consuelo. La teoría de las jóvenes es muy buena—casi se las compro—, pero debe ser algo más.

Si observan bien al sujeto se darán cuenta que tiene cara de decepción. No está triste, mucho menos enojado. Eso lo deduzco porque no parece tener intenciones de suicidarse metiéndose al mar, tampoco parece querer golpear a otros. Está pensativo, por momentos se lleva las manos a la nuca y suspira. Además, mira al mar como buscando respuestas o razones.

La mayoría ve al sujeto un par de minutos, yo en cambio mantengo mis ojos en él. Es increíble que no se mueva y más insólito que haya preferido dedicarle mi tiempo en vez de meterme al mar.

Y bueno, derivado de mi observación puedo decir que es un hombre decepcionado. Su pasividad delata que está decepcionado de alguien muy cercano. Seguramente está desilusionado de sus padres porque les confío algo muy importante. Algo sumamente especial que debía mantenerse ¿en secreto? Claro que sí. Está decepcionado porque les contó la sorpresa que le preparó a su esposa por su aniversario número cinco de matrimonio. Les pidió discreción, pero sus padres no la tuvieron.

Está muy desconcertado porque cuando el día de la sorpresa llegó se enteró que su suegra, sus dos cuñadas y el mejor amigo de su esposa ya sabían de la sorpresa. Ya sabían que le compró un collar de diamantes y una cama nueva para la habitación. Ya sabían que la fiesta sería en la playa y que por la noche el cielo se iluminaría con un ¡Feliz aniversario, mi amor!

Los que “ya sabían” se acercaron al hombre y le dijeron al oído que ya sabían. Al menos no fueron de “bocones”, pensó el sujeto, ya que su esposa sí se maravilló con semejante sorpresa.

Estaba satisfecho con lo bien que le quedó la fiesta, aunque por su mente cruzó eso que llamamos desilusión cuando vio a sus padres reír y platicar en el balcón de la casa rentada. Los vio y la decepción que sintió le hizo salir del jolgorio, caminar unos metros y quedarse así como lo vemos: quieto, sereno, ausente.

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