Por Rodrigo Aguilar
Contra las leyes de la física, en el fútbol los polos opuestos no se atraen, solo se repelen, se enfrentan. Los aficionados de un club no se conforman con verlo triunfar, la satisfacción es total si además de la victoria propia el archienemigo se hunde en la derrota.
Y este fin de semana fue así para los americanistas. Que mejor forma de celebrar la conquista de su 13vo título de Liga que pasando por encima de sus rivales más importantes: Cruz Azul en la final y la goliza sobre Pumas en la semifinal. Y para rematar, la decepcionante participación de Chivas en su primera aparición en un Mundial de Clubes.
En este momento América y Chivas son polos opuestos, no solo por su añeja rivalidad si no por el nivel que cada equipo tiene. Las águilas vuelan alto y gozan merecidamente de las mieles de la victoria mientras que los del Rebaño regresan de Dubai como avestruces, con la cabeza entre las patas.
Los azulcremas fortalecen su vasto plantel con jugadores de refuerzo mientras los rojiblancos debilitan el suyo desprendiéndose de sus escasas figuras. En Coapa apuestan por la continuidad de un director técnico y un proyecto que han dado resultados; en Guadalajara se deshicieron de ellos.
Las jóvenes promesas americanistas, como Laynez y Edson Álvarez, se consolidan con brillantes apariciones en la cancha mientras en Chivas, Godínez y la Chofis se estancan como promesas incumplidas. América y Chivas son las dos caras de la moneda y la brecha entre ambos es evidente. Como aficionado al Rebaño, se mantiene el orgullo y la esperanza, pero se necesita mucho más para ganar campeonatos.
