Las olimpiadas del sufrimiento

Por Marcial Méndez

Hoy toca hablar de un tipo muy específico de respuesta que ha sido suscitada por dos de los grandes temas de la agenda mediática de las últimas semanas: el apoyo por el matrimonio igualitario en Yucatán que se dio en el marco de la Cumbre Mundial de los Premios Nobel de la Paz y las exhortaciones de Greta Thunberg a combatir la catástrofe climática.

Entre los muchos argumentos usados por los opositores de este par de asuntos (bueno, en el caso de Greta no es tanto en contra del problema que expone sino más hacia su persona) destaca uno bastante común, curioso y de flexible aplicación: la descalificación del sufrimiento ajeno. Disfrazado como un sentido de responsabilidad social dirigido hacia los sectores más desfavorecidos, este tipo de embuste consiste en quitarle legitimidad a una lucha al argumentar que es un problema minúsculo en comparación a otros. Es decir, se debate que tal o cual sector poblacional no sufre tanto como otros, por lo que su lucha no tiene razón de ser y debe esperar hasta que los problemas “de mayor prioridad” sean atendidos. Sobra decir que, usualmente, no hay una preocupación auténtica por esos supuestos problemas de mayor envergadura sino solo una oposición a la causa a la que se le pide esperar.

En el caso del matrimonio igualitario, se minimiza el asunto aludiendo a vaguedades relativas a la pobreza. En el caso de Greta, la descalificación gira alrededor de su aserción de que su infancia le fue robada: se argumenta que no tiene derecho a quejarse por venir de circunstancias privilegiadas, mientras que X o Y grupo de niños están sufriendo en X o Y parte del mundo por peores circunstancias como la hambruna, guerras, falta de recursos, etc.

El problema es que quienes recurren a ese tipo de retórica en realidad no están interesados en solucionar esos problemas “de mayor envergadura” sino que solo los usan de excusa para frenar el avance de las causas a las que se oponen, lo que lleva a la inercia. No se resuelve ni una cosa ni la otra, sino que, por el contrario, se obstaculiza el avance de una de ellas.

Cada quien tiene sus propias convicciones y elige sus propias batallas. No tenemos que apoyar todo ni tampoco podemos hacerlo, pero por lo menos no entorpezcamos las luchas ajenas al negar o minimizar el sufrimiento de quienes las libran.

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