¿De qué le sirve a mi empresa el cabildeo?

Por Esteban Sanjuán*

 

*No le gustan las fotos, pero sí la historia y la comunicación política. Dice que, con imaginación, las olas pueden escucharse en el metro de la CDMX.

 

Por lo general, cuando se habla de cabildeo se piensan en dos cosas: política o negociación. Ciertamente son conceptos relacionados, sin embargo, el cabildeo o lobbying —forma de designarla en inglés — debiera ser una actividad mejor comprendida, pero sobre todo, más cercana a la sociedad.

Pongamos un ejemplo. Una fábrica, que no se interesa por el tratamiento de sus residuos, está contaminando el cenote de una comunidad, atractivo turístico que genera empleos y recursos a sus habitantes.

Las riquezas naturales son, en distintas ocasiones, amenazadas por las actividades del ser humano. ¿Deben quedarse de brazos cruzados los pobladores? ¿Es que no hay una ley que proteja el medio ambiente en Yucatán?

Sí, ellos ya dieron aviso a las autoridades, pero éstas no han respondido con la urgencia que se requiere: el agua del cenote comienza a apestar y a perder su transparencia. Aquí hay una empresa, chiquita sí, la cual, a pesar de todo, puede generar una buena estrategia de cabildeo y cambiar la situación.

De esta forma, asesorados por un especialista en relaciones públicas y por un abogado experto en temas ambientales (los cabilderos), el grupo afectado puede y debe hacer presión sobre las autoridades para que hagan su trabajo y pongan fin a la contaminación de este recurso natural.

¿Qué puede hacerse? Mucho: pedir una cita con el diputado local del distrito al cual pertenezcan para explicar la situación y que éste ayude a presionar; convocar a periodistas para que se constate la afectación al cenote; solicitar entrevistas en medios para denunciar el problema y hasta hacer enviar correos y realizar llamadas diarias a las autoridades ecológicas para evidenciar que esta afectación debe ser resuelta inmediatamente.

Walter Astié-Burgos, diplomático y especialista en el tema, sostiene que existe dos tipos de técnicas: las directas y las indirectas.

Las primeras son aquellas que inciden y presionan directamente  al funcionario responsable   para que tome acciones inmediatas. Es el caso de las llamadas por teléfono o los correos enviados del ejemplo anterior, las cuales apelan directamente a la autoridad que puede acabar con el conflicto.

Por el contrario, la convocatoria a los periodistas o la entrevista con el diputado son acciones que son parte de las técnicas indirectas, es decir, no se dirigen particularmente hacia la autoridad que puede tomar cartas en el asunto, aunque lo afectarán de manera colateral. O, ¿es que no sentirán presión los funcionarios ecologistas cuando vean que el tema está en todos los medios? ¿No serán cuestionados ellos mismos por otros periodistas cuando el caso se vaya a dando a conocer más y más? ¿Qué pasaría si el asunto consiguiera viralizarse en redes sociales?

En una democracia como la nuestra, como se decía al inicio, el lobbying debiera ser una actividad cotidiana para cualquier grupo que desee llamar la atención del gobierno y exigir el cumplimiento de la ley.

Ciertamente, cada caso es distinto: una empresa no podría utilizar la misma estrategia de lobbying que una organización en favor de los derechos humanos, pero el meollo es que ambas pueden, de manera completamente ética y legal, exigir a las autoridades respuestas a sus demandas, siempre y cuando, éstas no afecten al bien común y estén sustentadas legalmente.

En estos tiempos, cuando se exige participación ciudadana, el cabildeo no es ni debiera ser sinónimo de tráfico de influencias ni de corrupción y sí, por el contrario, un recurso para exigir al gobierno que cumpla con sus responsabilidades.

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