Lecciones de Roma (Segunda parte)

Por Esteban Sanjuán

Patricio Villalobos, cofundador de Juan Futbol y un apasionado de la innovación, sostenía en la Anáhuac Mayab hace algunas semanas que el verdadero statement (declaración) de Roma no era que mexicanos estuvieran nominados a los grandes premios de la Academia, sino que es una película que desafió abiertamente los estándares de una industria implacable.

Ojo, no estaba menospreciando los logros de Cuarón o de las grandísimas actrices que allí aparecen, como la multicitada Yalitzia Aparicio. No obstante, lo que Villalobos destacó en aquella ocasión fue que millones vieron una gran obra sin pisar alguna sala comercial.

¿Recuerda por qué? Ni Cinépolis ni Cinemex, las dos grandes, quisieron pasar el filme de Cuarón porque la producción se opuso a cumplir con el período de exclusividad que dichos corporativos exigían.

No obstante, Roma se vio en una importante cantidad de foros y salas independientes. Poco tiempo después se vio en Netflix, canal en la que el material se disfruta también de manera increíble.

Así, si de lecciones hablamos, aquí va la segunda de Roma: es ya posible que millones vean buen cine sin acudir a las salas tradicionales, donde el buen cine, curiosamente, suele brillar por su ausencia.

Los cambios siguen avasallando a las industrias viejas, y aunque aún hay mucho trecho por recorrer, lo cierto es que el éxito de una producción de calidad no depende ya, ineludiblemente, de obtener espacio en las salas de exhibición de siempre.

Por supuesto, en esto también tiene que ver internet, otra historia para contar en un capítulo distinto.

Cabo suelto: tenía sinceras dudas sobre si continuar o no con esta mala serie de columnas dedicadas a un filme que, honestamente, ha sido mil veces tratado. Con humildad, pienso que llego muy tarde a la discusión a estas alturas. Sin embargo, los recientes comentarios del actor Sergio Goyri calificando a Yalitzia Aparicio como “pinche india”, con todo y sus disculpas, obligan a reabrir el debate, pero sobre todo a entender por qué esta película nos sigue pegando tanto, por qué abrió tantas heridas y por qué hizo saltar tantos rencores. Es la película de la primera mitad del siglo XXI para México.
Que no quepa duda.

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