Los males de la salud

Por: Carlos Hornelas

La salud es un derecho universal. Es una verdad de Perogrullo en los labios del presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo ha dicho en sus conferencias matutinas. No obstante, para que los derechos sean factibles es necesario que el Estado esté en condiciones de ser garante y proveedor de los mismos. Todo mundo tiene derecho al agua, pero ésta no se da en tubos que lleguen hasta nuestra casa.

Si, como se ha dicho, el recién creado Insabi busca dar atención gratuita a problemas de salud del tercer nivel, cabe preguntar si el Estado cuenta con los medios necesarios para poder brindar tales servicios. Aunque el presidente tenga otros datos, desde el inicio de su gestión en numerosas partes del país la gente se queja de la carencia de medicinas. Recordemos que el año pasado llegó a un punto de inflexión en la cual los padres de familia de enfermos de cáncer reclamaron hasta que se surtieron los medicamentos en cuestión.

Se ha dicho por parte de este gobierno federal que se dará a la tarea de retomar la administración de diversos hospitales que después de su inauguración en el sexenio pasado, por falta de recursos, no operan en la actualidad. En nuestro Estado tenemos al elefante blanco de Tekax. No obstante, no se ve para cuando pueda empezar a funcionar regularmente.

El Insabi puede erigirse como el modelo de la falta de sensibilidad a las necesidades de la población frente a una administración que se esfuerza por defender con la muerte del vecino sus convicciones sobre cómo deberían ser las cosas sin enterarse de cómo son en realidad. Mario Delgado ha querido atajar las críticas señalando que sólo lleva en operación unos cuantos días. Su grupo parlamentario no ha escatimado críticas al llamado régimen anterior por sus ineficiencias, pero en los hechos no aceptan su ineficacia.

En carne propia he sufrido el desabasto de medicinas que gracias a mi trabajo he podido costear cuando mi esposa estuvo hospitalizada. Médicos y enfermeras de este México real, ponen su mejor cara y disposición para el trabajo, lidian con una serie de carencias que van desde la ropería más elemental como sábanas hasta jeringas y equipo en mal estado por falta de refacciones. Camas y trípodes hablan de un desgaste de lustros.

En contraposición. Lo que el Estado no da, la sociedad organizada provee. Voluntarios acuden a los hospitales públicos incansablemente todas las noches a ofrecer de mano propia tortas y refrescos a los familiares que tratan de acompañar y hacer más llevadera la enfermedad de sus pacientes. Hay quienes organizan la entrega de obsequios en Navidad que sorprenden gratamente a los internados o les roban su sonrisa vestidos de payasos.

Si como dice el refrán “No hay mal que por bien no venga”, estamos seguramente en la antesala de ser una potencia mundial.

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