Los tirantes de Michelle

Por Armando Escalante

El escándalo mediático de esta semana volvió a ser la muy destacada estratega de comunicación y publirrelacionista Michelle Fridman, invitada especial al gabinete del señor Mauricio Vila, para ocupar el cargo de secretaria de Turismo, actividad que ella domina al revés y al derecho.

Y se volvió noticia otra vez por decir lo que muchos callamos: que el puerto de Progreso no es para nada atractivo a los ojos del turismo internacional por tener tantas carencias y a la vez tantas dolencias. Sí, la joven turistera Michelle sintetizó algo muy duro con una criticada metáfora que se explica como que “es más fácil volverlo a hacer que componerlo”. Hay que “borrarlo del mapa…”, dijo. Craso error, no contaba ella conque para nosotros, Progreso y nuestros demás puertos, son bellos como están. Así nos gustan.

Sí, ella es experta en -esto que le pasa seguido-, manejo de crisis, y fomento a las marcas pero poco o nada sabe de la historia de Yucatán y su idiosincracia y eso lo está pagando. El linchamiento mediático en redes sociales hacia la chica de los tirantes, más bien parece enderezado a hacerle pagar sus desplantes elitistas; le cobra no tener acta de nacimiento yucateca y por supuesto, riñe con ella por su modo de peinarse y hasta de vestirse. No es política es sincera.

Si tuvo o no razón al decir que es más fácil reconstruir que componer los males del puerto, eso lo sabemos pocos o muchos y más quienes igual que ella lamentamos el desastre que lo afecta en numerosos aspectos. Solo que Progreso es un puerto de pescadores no un destino de cruceros como se le está queriendo forzar. La naturaleza no le dio calado para que lleguen cruceros. Se hizo un viaducto que propició -está estudiado- que el mar “se coma” casas veraniegas como fruto de esa muralla llamada puerto de altura, que lo convirtió hoy en un desordenado cementerio de contenedores y de barcos abandonados porque miles dejaron la pesca y tampoco hacen turismo.

Siendo como lo soy de orgulloso origen progreseño y proviniendo de una familia pionera en ocupar este bello puerto desde sus prósperos orígenes industriales y pesqueros, puedo coincidir con ella en que hoy no podemos competir con todas las islas que tenemos enfrente (conozco varias) que llevan muchos años siendo las rutas preferidas de navieras y viajeros, por sus bellezas explotadas para el turismo.

Y como ella también admito que para lucir frente a los destinos que tenemos alrededor es mucho lo que hay que reconstruir, pero fundamentalmente comenzar primero, con el enorme trabajo social de recuperar y exaltar los valores que tantos años distinguieron a esta localidad. La raigambre.

Pienso que no se necesita ser de Progreso -ni menos yucateco- para saber que solo con la participación de sus propios habitantes se podría recuperar la belleza de su entorno, porque no son obras de infraestructura ajenas al amor propio como se va a volver una potencia. Rescatar fachadas abandonadas por la vejez urbana, barrer calles que ensucian porteños y visitantes, recoger la basura que tiran muchos en sus playas, reordenar la vialidad que colapsamos, hacer arreglos que sean agradables a la vista, nunca dejarán de ser asuntos meramente cosméticos que pueden resultar imposiciones para muchos de los habitantes. Hay que educar para eso.

¿Que tal si los progreseños y los yucatecos no queremos ser llevados a esos destinos? ¿Alguien se ha preguntado si los meridanos por ejemplo queremos que nuestra ciudad siga colapsando, creciendo para arriba con el modernismo que tiene, sacrificando día con día la calidad de vida de los habitantes cercanos a esas torres?

Hay que tener muy bien puestos los pantalones para tomar decisiones y en eso mucho ayudan los tirantes para enfrentar la realidad. Lo bueno que haya hecho la joven Fridman en su encargo en pro de Yucatán nadie se lo va a agradecer, lo malo se lo seguirán reprochando. A ver hasta cuando.

 

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