Martínez

Por María de la Lama

Gran parte de las quejas y remilgos de la “oposición” a las ocurrencias del actual gobierno del país suenan huecas: hoy es muy fácil y cómodo quejarse de papá gobierno. Pero la renuncia de Germán Martínez a la dirección general del IMSS dice mucho. Martínez no es un perdedor ardido: panista viejo, escogió quedar como un traidor para la oposición y se afilió a Morena. Y ahora prefiere ser un traidor otra vez, presentar una protesta firme y clara, que apoyar a lo que ha resultado la 4T.

Que AMLO ha decepcionado a muchos no es novedad —era inevitable (resulta que el mesías es humano, y bien humano). Pero está la pregunta de si decepcionó porque traicionó sus ideales y promesas, o si más bien su discurso era tan ambiguo que los decepcionados nunca lo leyeron demasiado bien. Martínez le apuesta a la primera opción: “el Presidente del Gobierno de México proclamó el fin del neoliberalismo, pero en el IMSS algunas injerencias de Hacienda son de esencia neoliberal: ahorro y más ahorro, recortes de personal y más recortes de personal”.

Pero, aunque celebro la protesta de Martínez, a mí no me queda tan claro que los recortes de presupuesto al IMSS sean una instancia de neoliberalismo. El dinero ahorrado en salud no se está yendo al bolsillo de empresarios y trabajadores, sino a la construcción con dinero público de una mega proyecto que no es rentable, y con la que se busca independencia energética. La 4T no está cediendo ante el neoliberalismo; sigue tan intervencionista, mercantilista, centralista como prometió.

Lo que cambió es que ahora los transformadores tienen una realidad que les ata las manos: se descubre que la mera voluntad de acabar con la corrupción no multiplica los fondos, y que un peso gastado en refinar petróleo es un peso que no se va al IMSS.

 

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