Mártir de generación

Por Santiago Pell

Si nos ponemos a pensar en las leyendas estadunidenses que ha habido en el tenis, pueden resaltar nombres como el de Arthur Ashe, Jimmy Connors, John McEnroe, Andre Agassi y Pete Sampras. Pero hoy le quiero hacer honor a uno que por muchos periodistas deportivos a lo largo de la historia ha sido criticado: Andy Roddick.

El nacido en Nebraska logró permanecer en el top ten durante diez años, contaba con un saque descomunal –el mejor durante varios años– y fue campeón de Grand Slam (US Open 2003). Se hizo acreedor de 32 títulos en toda su carrera y fue triple finalista en el All England Club.

En 2013, en una entrevista con Lucas Argüelles para la revista GRIP, se le preguntó que cuando la hacen mención de la palabra Wimbledon, qué es lo primero en lo que piensa. Respondió: “creo que todo el mundo asocia ese torneo y a mí con la final de 2009 en el partido contra Roger (el suizo se impuso 16-14 en el quinto set). La verdad es que fue uno de los mejores partidos en mi carrera. Siempre me sentía mal si perdía un encuentro por haber jugado mal, pero ese año me sentí satisfecho –derrotó a Lleyton Hewitt y Murray–”.

Creo que esa final fue inolvidable. Quiero poner en palabras mi apreciación de esa tarde: era la tercera vez que el estadunidense llegaba a la final de Wimbledon (en 2004 y 2005 también perdió contra el suizo). Andy tenía la oportunidad de demostrar que su buen juego debía inmortalizarse en la mítica cancha londinense, pues como él comenta: “es el lugar más especial del tenis, es nuestra conexión con la tradición”. Pero sobretodo, se jugaba el vencer por una buena vez a su némesis natural, Roger Federer.

A-Rod se había hecho del primer set. En el segundo llegaba el tie-break –estando 6-5 arriba con saque–, su oponente golpea de drive y Roddick con en una volea fallida manda la pelota fuera. El marcador se empataba, dando entrada a que el partido tomara otro rumbo. El tiro había sido bastante sencillo, de hecho, a mi parecer iba a salir de la cancha. No obstante, la desesperación de Andy lo hizo adelantarse mucho al tiro y realizar el contacto bruscamente (si bien se sabe que en el tenis que las voleas deben hacerse de forma delicada).

Repito, ¡era la tercera vez que llegaba a la final del mayor torneo tenístico contra el mismo hombre!, la idea de ir un set arriba y tener oportunidad de concretarse el segundo no se pudo desarrollar en su mente. Simplemente no se lo creía. ¡Dejó ir cuatro set points!, el resto es historia…

Sin lugar a dudas, Andy Roddick estuvo en una generación difícil. Para poder sobresalir debías ser de otro mundo, tenía a su lado el apogeo de Federer y a la constante evolución de Nadal. Considero que su carrera tenística fue es un anacronismo, es decir, no debió corresponder al periodo de tiempo que le fue propio. Debió de brillar más, que su juego se diera a valer con mayores triunfos en majors, ocuparle los primeros lugares en estadísticas a muchos que hoy en día están arriba y que fuera un referente tanto en el tenis estadunidense como en el mundial.

Sin embargo, Andy no coincide conmigo, está satisfecho con su coyuntura tenística. Al principio de la columna comenté que muchos periodistas le reprochaban el no estar al mismo nivel que Roger y Rafa. Él respondió: “siempre reconocí no ser tan bueno como ellos, pero si lo que pueden decir de ti es que no estuviste al nivel de los mejores de todos los tiempos, no está tan mal”.

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