Medir la felicidad

CARLOS HORNELAS
carlos.hornelas@gmail.com

El 20 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Felicidad, proclamado así por la ONU desde 2013. La fecha es un reconocimiento del importante papel que desempeña la felicidad en la vida de las personas de todo el mundo. De acuerdo con la página web del organismo, “sirve para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas públicas de gobierno”.

En los resultados de la encuesta que dan a conocer la situación del año pasado, se reporta una caída en México de 23 lugares, pues ocupa la posición 46 debajo de otros países del continente como Uruguay, Chile y Brasil. Dicho índice, clasifica a 149 países con base en indicadores tales como el Producto Interno Bruto o la esperanza de vida saludable.

Sea como fuere, todos podíamos haber pronosticado que con lo vivido el año pasado no necesariamente seríamos más felices y tampoco más prósperos. A la crisis de la pandemia, que trae consigo una crisis económica que algunos comparan con las de los años 30 del siglo pasado, habrá que sumar la incertidumbre a nivel general, el desempleo, el aumento de ansiedad, enfermedades mentales, violencia intrafamiliar y falta de socialización de los menores en edad escolar. Como indica el reporte “la felicidad el día de hoy está seriamente amenazada. El camino hacia la misma requiere de valores fundamentales como la amabilidad y la compasión, especialmente en tiempos de crisis como la pandemia del #coronavirus”.

Desde su implementación, dicho índice ha sido motivo de críticas en los diferentes indicadores que toma en cuenta para asignar la puntuación correspondiente. Particularmente la que se refiere al PIB, pues el hecho de que una determinada nación tenga un incremento en ese renglón no implica necesariamente que sea más feliz. Dicho de otra manera, el dinero no lo es todo en el campo de la felicidad. Ésta es multivariable y ha gestado desde entonces diversos intentos por lograr establecer una forma de conceptualizar y comparar esta condición en los seres humanos.

Un ejercicio importante lo realizó el reino de Bután que no adoptó dicho protocolo y elaboró el llamado Índice de Felicidad Bruta. Desde esta perspectiva, se deben articular dos principios básicos: el primero, es tarea del Estado propiciar un entorno que facilite a los ciudadanos individuales encontrar su propia felicidad; y el segundo, elevar las condiciones materiales de vida y satisfactores de necesidades de la población en general.

Bután reconoce 4 pilares sobre los que giran sus políticas públicas: un desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo, la preservación y promoción de la cultura, la conservación del medio ambiente y el buen gobierno.

Gracias a este instrumento, Bután ha podido reorientar una serie de políticas públicas para incidir de manera directa en la felicidad de las personas.

Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, ya había criticado la medición de la felicidad tomando en cuenta solo el desarrollo económico. Desde entonces ha habido muchos intentos por medir la felicidad con instrumentos alternos al del progreso económico.

En agosto del año pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que se está trabajando en un índice que medirá el grado de felicidad y bienestar de la población mexicana. Lo único que adelantó en ese momento fue que se incluiría como parte de la medida al PIB, pero que no sería el único factor a tomar en cuenta. Le delegó esta tarea a la Secretaría de Bienestar y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Por lo pronto me quedo con Gandhi, que decía: “la felicidad aparece cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía”.

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