México, detras del mito

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Hace apenas un par de días leía en las noticias que recibo a diario por internet, que uno de tantos investigadores que presumen de existir en nuestro país, envestidos de premios y reconocimientos por parte de las mismas instituciones y amigos que así (y mutuamente) les gusta distinguirse y reconocerse unos a otros (lo cito porque la nota exalta sobre todo lo recibido y otorgado en premios y distinciones ante meritoria labor), dijo que el águila y la serpiente de nuestra historia mexicana antes de la Conquista, realmente nunca existieron. No como lo aprendimos en nuestros libros de texto con los que fuimos educados en la primaria. ¡Que todo es mito, dice este excelso investigador!

¡Wooouuuhh! Yo digo, como si la misma idea de Santa Claus nos durara para siempre, y aún a los cuarenta años esperáramos sus regalos además de tener la ilusión de poder ver al fin al viejo gordo bajando por la chimenea (¿cuál chimenea?).

Por supuesto que la realidad también es un mito. Einstein mismo y algunos filósofos han sugerido que la realidad es solo una ilusión del espacio-tiempo donde existimos. Nuestra historia, y no solo la local o nacional, sino la del mundo entero están plagadas de mitos (de ilusiones).

Así como no creemos que Zeus realmente condujera a Eneas desde la vieja Troya (hecha cenizas por los griegos) hasta la fundación de Roma en el siglo VIII a.C., tampoco es factible que Mexi, el líder mexica que condujo a las tribus mexicas desde el norte del país hasta el Valle de México, viniera comandado por el mismo Huitzilopochtli que, además, no dejó nunca durante el trayecto y luego de su llegada al sitio indicado de exigir sacrificios de sangre humana.

Que el mito del águila parada en un nopal devorando una serpiente, con el tiempo y las mismas crónicas (tanto orales como escritas), se convirtiera después en la imagen central de la bandera mexicana, no le quita ni le suma mérito. La cultura, la educación y el arte universal le deben a la primacía de los mitos su existencia. Porque son los mitos los que explican lo que de otro modo no podría ser explicado.

Cada mito representa luego una verdad posterior. Tanto la Literatura como la Filosofía y posteriormente la ciencia se han apoyado siempre en “la verdad de los mitos”. La misma medicina que hoy es una de las ciencias más respetadas y evidentes, tuvo en un principio, y antes del mismo Hipócrates, considerado padre y precursor de la medicina, su raíz en los mitos.

La medicina más allá de lo concreto conocido como verdad, es un legado de los dioses; de Apolo, verdadero padre mítico de la medicina, que tuvo un hijo: Asclepio (Esculapio en latín) quien fue sacado del vientre de su madre Coronis, por Apolo, en el momento mismo de su muerte. Pero Asclepio, al que se le concede el honor mismo de su padre heredado de su sangre, no solo es hoy el dios de la medicina, sino un ascendiente en línea directa de Hipócrates. El emblema del escudo médico que todos los médicos portan sobre sus batas o utilizan en sus documentos y papelería profesional (a veces en sus recetas) es una serpiente enredada en el báculo de Asclepio. Una de las hijas de Asclepio (tuvo tres) se llamará Higia, de donde deriva nuestra palabra “higiene”, y de la que hoy, por nuestra salud, nos ocupamos tanto.

Los mitos no son pues ajenos a la realidad de nuestro mundo. Si no hubiera mitos o nuestra cultura no se apoyara en ellos, muchas de nuestras “verdades” no serían ciertas o simplemente serían incomprensibles porque carecerían de base o sustento (el de los mitos) para ser demostradas o desarrolladas.

En este sentido tanto el águila como la serpiente (mito o no) ya forman parte tanto de la realidad histórica como de la imaginería mexicana. Por lo que me parece entonces ingenuo (o bastante silvestre) por parte de estos investigadores (reconocidos) que quieran separar una cosa (la verdad) de la otra (el mito). Por ello mi sarcasmo; por la falta de respeto al trabajo mismo de la investigación en México (al menos en este campo) y sus argumentos simplemente retóricos.

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