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Los aderezos: aquí es donde todo lo saludable y ligero que tiene una ensalada se puede ir al traste si elegimos una salsa muy calórica. Lo más clásico es aliñarla con una pizca de sal, un chorrito de vinagre (o zumo de limón) y una cucharada sopera de aceite de oliva virgen extra. Para evitar aburrimientos, puedes cambiar el vinagre clásico de vino blanco por otros como el de manzana, el de cerezas, de arroz, de Jerez, de Módena, de sidra, mezclado con hierbas aromáticas, especias o con condimentos como el azúcar o la miel.
Otra opción saludable y ligera es aliñar la ensalada con una vinagreta. Se preparan batiendo una cucharada de un líquido ácido (como es el vinagre o el zumo de un cítrico) con un medio graso (ya sea aceite, mayonesa, nata agria o yogur) hasta conseguir una emulsión. Generalmente se acompañan de cebolla, pimiento verde y huevo duro todo picado.
En el apartado de salsas para ensaladas, puedes contar con:
-La salsa rosa, que no es más que la mezcla de mayonesa (elige las versiones ligeras) y salsa de tomate.
-Pesto, que consiste en triturar una mezcla de ajo, piñones, hojas de albahaca, queso parmesano y aceite de oliva.
-De yogur, en donde sólo necesitarás un yogur natural cremoso, un limón, aceite de oliva, sal y pimienta.
-Y si eres de los que no se conforma con poco, en los supermercados y grandes superficies puedes encontrar multitud de diferentes aliños ya preparados: salsa César, roquefort, con ajo, con frutos secos, de mostaza y miel, barbacoa, etcétera. Eso sí, no abuses de ellas, ya que suelen ser preparaciones bastante calóricas.
Con permiso del gazpacho, la ensalada es la reina del verano. Su éxito no sólo radica en ser el plato fetiche elegido por Carrie Bradshaw y su colección de amigas en la serie ‘Sexo en Nueva York’, sino también por ser una preparación fresca, fácil de combinar, rápida, que se puede tomar en cualquier parte y que facilita el cuidado de la línea. Sin duda uno de los puntos fuertes de la dieta mediterránea.
