Mi temor al polvo de estrellas

Por Manuel Alejandro Escoffié

Un largometraje biográfico centrado en David Bowie se encuentra ya en su etapa de pre-producción. El proyecto se titula “Stardust” y, de acuerdo con el comunicado, la trama “rastreará el ascenso de la superestrella, empezando con su primera visita a Estados Unidos en 1971 –un viaje que inspiraría la creación de su icónico alter-ego, Ziggy Stardust” (De ahí, presumiblemente, la elección del título).

En teoría, debería sentirme en el séptimo cielo. Adoro el formato del bio-pic. Adoro todavía más a David Bowie. ¿Por qué, entonces, este matrimonio anunciado entre ellos, lejos de proporcionarme motivos para celebrar, me inspira incertidumbre, desconfianza y una moderada cantidad de temor?
El bio-pic (película biográfica) tradicional hollywoodense, además de recrear los momentos famosos en la vida de un personaje verídico, acostumbra simplificarlos al punto de lo ingenuo; cuando no de lo risible. Parte de ello se debe a las convenciones del género y sus correspondientes restricciones.

Rara vez nace un ser humano con una existencia adaptable a una estructura de tres actos; o de la cual se pueda dar evidencia en dos horas. Razón por la que termina siendo prácticamente inevitable el tener que condensar y, por consecuencia, reducir los matices de aspectos, contextos y personas vinculadas al retratado en cuestión. En el caso de las bio-pics de artistas, una manifestación de lo anterior suele hacerse presente en la obsesión por una relación directamente proporcional entre la obra y la experiencia. Si el artista dramatizado pinta/escribe/compone/filma temáticas traumáticas, controversiales y auto-destructivas, esto ha de ser así porque de seguro él o ella llevó una vida igual de traumática, controversial o auto-destructiva. Es lo que quien escribe suele llamar el “Síndrome de Frida Khalo”; la ridícula noción de que la única forma legítima de crear arte alrededor de algo consiste en haberlo vivido. Y, sobre todo, en haberlo sufrido. En ese sentido, la mayoría de las bio-pics hollywoodenses son historias de superación personal y de redención antes que de creatividad.

Al margen de que “Stardust” siga o no esa lógica, reducir la incesante necesidad de crear en alguien como Bowie a términos catárticos o psicoanalíticos sería injusto hasta niveles grotescos. Y no lo afirmo porque tal vínculo auto-biográfico sea inexistente o porque él mismo lo negara en vida (entre la esquizofrenia de su hermanastro y el haber grabado su último álbum mientras moría de cáncer, hay infinita tela de donde cortar para ese y otros clichés). Lo afirmo más bien debido a que, incluso cuando decidía deliberadamente incorporar elementos de su vida personal en su arte, era mediante alusiones cripticas lo bastante sugerentes para que cada receptor construyese su propia idea de quién o qué se suponía que “David Bowie” debía ser.

Jamás habló de sí mismo de una manera obvia y predecible porque él nunca fue ni obvio ni predecible. ¿Podemos acaso darnos el lujo de esperar y/o permitir algo distinto en cualquier bio-pic con la pretensión de ser digna de semejante leyenda?

David Bowie no era Frida Khalo. Su vida en una ficción debería ser un desafío y no una complacencia. Por su propio bien, espero que tanto “Stardust” como cualquier otra producción similar que quiera pisarle los talones sea capaz de entenderlo.

 

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.